La noticia es incuestionable, y como tal merece la pena recalcarla: The Boomtown Rats regresan con su primer disco en ¡36 años! Ni se los esperaba ni conteníamos la respiración ante semejante posibilidad, pero debemos celebrarlo como una noticia francamente simpática, un motivo para la sonrisa y la sorpresa ahora que solo parece quedarnos hueco para el sobresalto y el gesto sombrío. Otra cosa es que este casi impensable Citizens of Boomtown ofrezca motivos suficientes para el alborozo. Maticemos: The Boomtown Rats fueron en sus buenos años una banda simpática, pero circunstancial, y nueve de cada 10 melómanos solo los recordarán por I don’t like Mondays, la definición misma de lo que significa la expresión aquella del one hit wonder. Parece claro que Citizens… no hará que variemos mucho nuestra opinión sobre Bob Geldof, un hombre mucho más célebre por haberse liado la manta a la cabeza con aquel Live Aid que por su capacidad para dejar huella en la historia de la música popular. El regreso de los irlandeses es ameno y frugal, pero también inconsistente. Y eso no lo anula de por sí, pero conviene advertirlo a efectos de contextualización. Geldof y los suyos han optado por el pastiche frente a la nostalgia. No hay apenas huella de la nueva ola que los vio nacer, sino más bien un acelerado intento por incorporarse en marcha al tren del siglo XXI. Y eso se traduce en no pocas concesiones al dance y las pistas de baile: simpática en el caso de Monster monkeys, bastante más irritante en los dos últimos cortes del disco, Get a grip y The boomtown rats, que más de uno acabará omitiendo en sucesivas escuchas. She said no juega al blues para todos los públicos; Trash glam baby es, evidentemente, un (simpático) homenaje a la generación de la brillantina y K.I.S.S., de tan descocada y disparatada, acaba haciéndose bastante adorable. El balance, en fin, es irregular. También entrañable. Y, a ratos, francamente divertido. Depende, así pues, del grado de indulgencia que deseemos aplicar. Pero solo por volver a tener noticias de Geldof, puede merecer la pena.