La carrera de Edwyn Collins es la de un prodigioso orfebre de la canción desde los tiempos de sus indispensables Orange Juice, a principios de los ochenta, pero su ejemplo de superación, tenacidad y resiliencia se nos antoja todavía más asombroso desde aquel derrame cerebral que le dejó graves secuelas en la movilidad y el habla, un episodio a partir del cual, contra todo pronóstico, ha logrado encadenar un puñado de álbumes de encanto incuestionable. Todo ello siempre ha sido un motivo de sorpresa y satisfacción, pero es muy probable que ese Collins maduro y mermado nunca hubiese llegado tan alto como hace ahora con este Nation shall speak unto nation, un trabajo no ya solo de superación sino también de reconciliación: con el mundo, con la vida misma, con toda esa buena gente que nos rodea. De hecho, hay que mirar con particular simpatía a ese círculo de allegados que rodea a Collins en estas 11 canciones y certifica su condición de regalo inesperado y sencillamente maravilloso.

 

Dos habituales de The Pretenders, James Walbourne y Carwyn Ellis, conforman el núcleo duro sonoro de Nation… (un título que sirve como guiño al histórico lema de la BBC, “La nación habla a la nación”) junto a su hijo, el bajista William Collins, y dos productores con no menos pedigrí, el saxofonista Sean Read (Dexy’s Midnight Runners) y el batería Jake Hutton. Pero todo ese despliegue tan sólido y solvente no serviría de nada sin el repertorio de nuestro viejo amigo de Edimburgo, justo en el momento en que alcanza esos emblemáticos 65 años que no deberían servirle como excusa para la jubilación, por más que haya anunciado para el otoño una gira de despedida. Porque no nos gustaría desvincularnos de su figura justo cuando ha sido capaz de enhebrar las canciones más tiernas, adorables y redondas desde los tiempos de su único éxito rotundo, aquel A girl like you (1994) frente al que no tienen nada, absolutamente nada que envidiar.

 

No se pierdan, por favor, la tripleta inaugural de la obra que aquí nos ocupa. Anoten: el medio tiempo Knowledge (con evidentes aires de nouthern soul y unas calurosísimas segundas voces); la nostálgica, evocadora y bellísima Paper planes y la chisporroteante The heart is a foolish thing, que preserva el músculo de los años mozos a la par que integra esa mirada más sabia y escéptica de la edad adulta frente a los grandes argumentos de la vida.

 

Llevaba seis años Edwyn sin entregarnos nuevas páginas, desde aquel Badbea (2019) que disfrutamos como una colección muy correcta. Pero justo por eso, por el nítido impulso ascendente que implica este Nation…, se nos disparan las glándulas salivares de puro asombro. El que supone certificar cómo en la preciosa The mountains are my home  –de melodía aguda e intrincada que su firmante resuelve sin titubeos– se escondía un crooner de tomo y lomo que podría haberse carteado con Roy Orbison. O de qué manera tan ágil podemos pasar del enérgico bajo new wave de Strange old world, con un contrapunto guasón de saxo, al deje brasileño de Rhythm is my own world, previa escala en ese muy campestre The bridge hotel que es lo más folkie y terruñero que el bueno de Collins nos había mostrado nunca.

 

Perdimos hace tiempo la esperanza de que la preciosa biografía que escribió su mujer, Grace Maxwell, tras el descalabro de la salud (Falling and laughing: The restoration of Edwyn Collins, 2010) viese la luz en castellano. Pero nos queda el consuelo de que la fabulosa aventura vital del escocés sigue acumulando nuevas páginas. Y estas que conforman su décimo elepé son sencillamente adorables.

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