Puede que la música española no haya conocido nunca a un personaje tan iconoclasta, disperso, inclasificable y escurridizo como Juan Manuel Morilla Scarpa, un librepensador que solo transitaba por los caminos más periféricos y cuyo genio le pasó inadvertido al común de los mortales, que en el mejor de los casos se enteraría de refilón, y muy de pasada, de su prematuro y aún reciente adiós definitivo, aquel aciago 17 de julio de 2022. Malcolm no recibió demasiados elogios póstumos ni asomó por más necrológicas que las de las publicaciones especializadas, y hasta entre ellas quizá encontrásemos excepciones y olvidos, en vista de que Scarpa y el protagonismo fueron conceptos antagónicos durante toda la trayectoria de este genio opaco del underground. Pero nunca es tarde para el descubrimiento, y el trigésimo aniversario de su disco más importante es una excusa para reflotar un legado que nunca será multitudinario pero sí merecería mejores y más potentes focos.

 

My devotion ya era de por sí una obra excesiva y llena de meandros, un arrebato de creatividad sin freno a lo largo de ¡26! piezas sucintas pero intensas, recargadas y mollares. No había esbozos ni meras pinceladas en aquella colección de un hombre en pleno éxtasis, felizmente incontinente a la hora de incrementar el número de piezas para aquel puzle en el que el blues, el rock áspero y la melodía seductora se impregnaban de sorna, imaginación y malditismo, como si Jonathan Richman y el espíritu de Zappa anduvieran visitándole una vez tras otra en aquella aldea recóndita y medio deshabitada a orillas del río Cabriel que se convirtió en cuartel general.

 

Ya por entonces, el que estaba llamado a convertirse en su alma gemela, Luis González (o Caballero Reynaldo, como prefieran), había asumido el papel de bajista y escudero justo antes de dar forma a una discográfica, Hall of Fame Records, que tomó su hoja bautismal del corte número 10 de este álbum-río. Y hoy es el propio González quien, en un acto de amor al frente de Caballero Reynaldo Producciones Psicotrópicas, convierte aquel disco inabarcable en una caja abrumadora de cuatro cedés. Dos de ellos, el tercero y el cuarto, reúnen hasta tres docenas de interpretaciones en directo fechadas a lo largo de aquellos años locos, intensos y fértiles, mientras que el número 2, bajo el subtítulo de The magic demos, reúne muchas de las maquetas que acabarían fructificando como My devotion. Pero aún sugiere mayor sorpresa constatar que en el primer disco, y tras los 26 títulos primigenios, se añaden un par de descartes y otras cinco piezas más, entre mezclas alternativas y visitas a Radio 3.

 

Suena abrumador, y lo es. Pero el legado de Malcolm Scarpa bien merecía un ejercicio tan exhaustivo como este, sobre todo porque no disponemos de ninguna otra criatura que guarde alguna semejanza con él ni pueda ayudar a que no siga estando tan desamparado el hueco que dejó hace dos años y medio. A Scarpa siempre se le tuvo por una suerte de Syd Barrett ibérico, una alusión que My devotion avala pero que tampoco sirve para cubrir todo el espectro. Porque aquí se nota que a este tipo también debía privarle el rock primigenio de Jerry Lee Lewis, quién sabe si en su condición de divino e impredecible chaveta. Juan Manuel dejó a su paso una obra diferente, pero sagaz y nada impenetrable. Su marginalidad quizá le resultara más ineludible que traumática, pero parece buen momento para revertirla.

2 Replies to “Malcolm Scarpa: “My devotion (30 aniversario)” (1994, 2024)”

  1. Todo lo que contribuya a rescatar la obra del genio de Pueblo Nuevo es digno de aplauso. Tanto el empuje el Luis González con este aniversario de My Devotion como esta entrada de Un Disco Al Día.
    Gracias por partida doble.

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