¿Pero qué clase de título es esa exhibición de redundancia, Eril Eril Eril, más aún en caja alta, que termina ocupando de manera aparatosa la práctica totalidad de la portada? Los artífices de la banda ilerdense sugieren “imaginarse a un profesor de Filosofía” pronunciando por tres veces el apellido de alguno de sus alumnos en voz alta, una imagen que seguramente apele a la vez al costumbrismo y al esperpento, la crónica de acontecimientos veraces y la lente deforme de la imaginación y la heterodoxia. Y puede que, en efecto, por ahí vayan los tiros. Porque ese enunciado reiterativo también sirve como autoafirmación en un momento en el que Joan Pons, el artífice de todo esto, hace bien en reivindicarse: este triple Eril sirve como ejercicio de amor propio y de diferenciación en un panorama avasallador y sobrepoblado.

 

Después de una etapa de actividad intensa, El Petit habían dejado todo en suspenso tres años atrás a partir de un anuncio pintoresco (es decir, característico del modus operandi en esta casa): “Cerramos para irnos a pescar”. Ahora parece evidente que Pons no ha dejado de soltar la caña en las aguas del indie-folk internacional más distinguido, desde The Shins a Sondre Lerche y quién sabe si un poco del Sufjan Stevens más eléctrico. Las capas de sintetizadores que cobraban protagonismo en el peculiar (cómo no) N.S.C.A.L.H., de 2021, se hacen ahora a un lado para que el repiqueteo de las guitarras eléctricas de Pons y Dani Comas se adueñen de ambos canales del estéreo. Y las 12 canciones afloran, como en una cascada incontenible, de manera simultánea. Sin ese fatigoso ritual de los cuatro o cinco sencillos de adelanto. Con el viejo e inexpugnable elepé como sacrosanta unidad de medida.

 

Cara A. Cara B. Seis temazos por cada lado. Qué tipo tan atípico es Joan Pons, que a sus cuarenta y pocos años desvela en las entrevistas no haber utilizado Whatsapp en toda su vida. Y qué necesario encontrarse con perros verdes como este antihéroe de Guissona, en la comarca de la Segarra. Un personaje que se aleja de los carriles centrales en todos los aspectos de su vida y obra; también, ya lo ven, en el marco geográfico. Y que ha encontrado ahora al otro lado del océano a su alter ego en la figura del bostoniano Luke Temple, productor en Eril Eril Eril y otro de esos trovadores libérrimos que cuentan historias desde las entrañas y se cuidan más de plantear preguntas que de ofrecer respuestas lineales o pretendidamente esclarecedoras.

 

Así sucede en el caso de este álbum, muy rico en interrogantes y anotaciones mundanas propias de quien posee una deslumbrante capacidad de observación. Joan es distinto a todo. Y su música, sin llegar a ser contagiosa, sí que se vuelve absolutamente adictiva. Que es aún mejor.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *