Eladio Santos encarna otro ejemplo más, en esta ocasión particularmente palmario, de esa larga nómina de grandes creadores musicales españoles cuya valía es muy superior a la difusión que ha adquirido su trabajo y el grado de reconocimiento existente entre ese colectivo difuso y propenso al agravio y la injusticia que hemos dado en denominar «gran público». Evocador, ultrasensible e intensamente poético, capaz de insuflar una melodía sentidísima a unas historias de tanta belleza como trasfondo compungido (esa Bella durmiente que «tiró de los hilos / se durmió para siempre / y está en el fondo del río» puede servir como ejemplo paradigmático), el artista vigués ha sabido edificar un imaginario personalísimo que sí goza de importante predicamento por tierras gallegas pero se difumina en casi cualquier otro rincón de la península, víctima de un efecto frontera tan inexplicable como injusto. Y aunque solo sea por eso, por reivindicar un trabajo coherente, mimado, primoroso y a menudo muy bello, adquiere justificación y lógica este autohomenaje conmemorativo de los 20 primeros años de andanzas, que ojalá sigan ampliándose durante largas temporadas con nuevos capítulos.
Eladio y sus no menos adorables Seres Queridos han preferido reimaginar y poner al día sus grandes clásicos en lugar de limitarse a una mera recopilación de grandes éxitos con las consabidas dos o tres grabaciones de nuevo cuño. Y es una idea muy agradecida, porque sirve para refrescar esas grandes páginas escritas durante estas dos décadas y presentarlas de manera atractiva tanto a los recién llegados a la causa como a los que ya conocieran sus formulaciones originales.
Ojo, que no hay pretensión de ninguna gran revolución estilística, y el envoltorio artístico sigue siendo similar al que hemos conocido a lo largo de los seis álbumes que nos constan con la firma de EyLSQ en portada: pop melancólico y sereno, tan cálido y hermoso como ajeno a las estridencias. Pero las nuevas versiones apuntan hacia un sonido más directo, crudo e instantáneo, más palpitante y musculoso. Y ello es del todo compatible con la irrupción ocasional de un cuarteto de cuerdas, discreto pero muy bien resuelto, que acentúa la emoción y el lirismo para páginas tan sentimentales como la mencionada Bella durmiente o esa preciosidad titulada El tiempo futuro.
Santos siempre ha optado por una formulación melódica de corto alcance y un tono ensimismado que ayuda a reconcentrar todo ese valor emotivo de unas historias que abonan el candor, la empatía, la autenticidad (Con el corazón en la mano) o la lucha siempre denodada contra los fantasmas ajenos y propios, como en ese Viviendo con miedo que sigue emocionando, y mucho, a la manera de una retahíla compungida y confesional. Las suyas son canciones a media luz, serenas y casi musitadas, que no invitan al tarareo pero sí a la escucha absorta y la integración progresiva y profunda en nuestro bagaje propio, en la memoria sentimental del oyente.
A todo esto se le suman ahora, por aquello de subrayar el carácter celebratorio del homenaje, unas cuantas voces amigas de muy elevada cualificación: Eva Amaral y Fillas de Cassandra aportan vibración y lágrima a la emblemática Non quero perderte, Depedro afila el deje rockero de Medidas desesperadas (una canción por la que bien podrían suspirar Fito y Fitipaldis), Vega acrecienta su perfil de cordobesa galaica con El norte y Pucho, de Vetusta Morla, refrenda esa obstinada costumbre de hacerlo todo bien con Al Himalaya, uno de esos cortes que comienzan recatados y van armándose de cuerpo, valor y peso específico a cada minuto.
Mirar hacia atrás, renovar el legado y tomar impulso de cara a lo que esté por llegar. Esa es la hoja de ruta irrefutable que Santos, Uko, Adrián Blanco y David Outumuro han concebido a la hora de concretar su banda sonora propia, esta suerte de autorretrato para el aquí y el ahora. Solo queda formular la objeción, y no es pequeña, de que las 16 grabaciones originales para esta B.S.O. que encontramos en las plataformas hayan quedado amputadas a solo nueve en la edición en vinilo del trabajo, un tijeretazo drástico y doloroso que le priva a nuestro giradiscos de auténticas preciosidades (Tormenta, Highway to heaven, Están ustedes unidos…) y se entiende mal entre un público implicado, docto y madura que porfía en su aprecio por el soporte físico. Había material suficiente para que esta entrega hubiese cobrado forma de elepé doble, pero, incluso optando por la vía de la prudencia, podría haberse acompañado el vinilo con las nueve canciones escogidas del consabido cedé en funda de cartón en el que sí se aportasen todas las grabaciones del lote. Otra vez será, y todos cuantos quieren a los Queridos bien que sabrán agradecerlo.