Hacía muchos, muchísimos años –acaso cerca de dos décadas– que un disco de Amaral no suscitaba tanta expectación. Y hacía también un montón de vueltas al sol, tal vez desde el popularísimo Pájaros en la cabeza (2005), que un elepé de Amaral no sonaba tanto a Amaral. Eva Amaral y Juan Aguirre parecen haberse confabulado para amasar y reunir una generosa colección de canciones luminosas, alentadoras, esperanzadas y adictivas, hasta 15 efectivísimas de pop-rock prístino y accesible, pero también impoluto, exquisito y manufacturado con mimo artesanal.
Puede que Dolce vita no suponga ninguna sorpresa desde una dimensión estilística, pero sí en su carácter concienzudo, ambicioso y arrollador. Porque el tándem zaragozano no solo revalida esa rara condición de grupo que goza de aplauso entre el gran público y el aficionado fetén, sino que revive esa ya lejana sensación de banda en condiciones de comerse el mundo sin necesidad de filigranas vacuas ni viralidades de laboratorio: solo con el argumento decisivo de unas composiciones a menudo muy afortunadas.
Habían transcurrido ya cinco años largos desde Salto al color (2019), un trabajo en el que el dúo se dejó deslumbrar por las chiribitas de la electrónica con un resultado solo irregular e intermitente, y este noveno elepé que ahora nos ocupa parece no solo un regreso a las esencias, sino también una fiesta compartida en la que oficiantes y convidados parecen resarcirse y rememorar viejos y dulces tiempos. Con una diferencia sustancial: quizá Juan y Eva sigan siendo un par de tipos tímidos, pero la sabiduría vital que confiere la edad –eso que venimos en denominar madurez– les permite expresarse con una honestidad y franqueza que no les conocíamos, al menos a estos niveles. Porque aquí no hay martas, sebas, guilles ni demás terceras personas reales o imaginadas, sino dos seres humanos ultrasensibles que se niegan a abrazar un discurso tibio, difuso, perezoso o complaciente. Que afrontan de cara sus temores y vulnerabilidades, compartidos con tantos miles de receptores que pueden sentirse muy bien retratados e identificados. Y que se juramentan para, pese a todo, encontrar revulsivos. La música misma, el principal entre todos los posibles.
Fernando, cómo decirte que me han ganado poquito a poco, ellos que llegaron por casualidad, cómo hablar……….
Gracias por la reseña… Voy a por el disco.