El ilustrísimo caballero Reginald Kenneth Dwight se retiró definitivamente de los escenarios hace un par de veranos, con carácter en teoría irrevocable, pero nadie dijo que no pudiese volver a pisar unos estudios de grabación. Lo que tampoco esperábamos es que Elton John escogiese para esta relativamente inesperada vuelta a las andadas la fórmula del álbum de colaboración, y menos aún con una artista a la que le une una complicidad prolongada y le separan 34 años de edad. De hecho, el único álbum firmado a medias por sir Elton en sus ya casi seis décadas de carrera fue el tardío y adorable The union (2010), junto al añorado Leon Russell, un peso pesado en algunos de los mejores episodios sonoros de los setenta y un artista cinco años mayor que él. Todas estas salvedades inciden en la idea de que Who believes in angels? tiene algo de divertimento repentino, pero ello no le hace perder credibilidad. En cambio, le inyecta un desparpajo y un encanto que podríamos creer ya ajenos a un hombre que, a sus 78 años y con una trayectoria descomunal, lo ha demostrado absolutamente todo.

 

Las crónicas inciden en que, aunque la amistad proviene de mucho antes, Carlile y John se embarcaron en este álbum a cuatro manos de manera espontánea, casi repentina, y abordaron todo el proceso de escritura y grabación en 20 días que, a juzgar por los resultados, no solo resultaron prósperos, sino también radiantes y muy inspirados. Porque Who believes in angels? suena directo, espontáneo y extrañamente equilibrado. No es, como cabría sospechar, un elepé de Elton con una ilustre y distinguida colaboradora en el papel de mano derecha, sino una obra paritaria de la que ambos socios salen favorecidos: Carlile, porque dispara su cotización y se exhibe ante un público mucho más amplio como una autora distinguidísima; John, porque suena plenamente vigente y hasta rejuvenecido. Además de impecable en términos vocales, por mucho que a estas alturas peine infinidad de canas.

 

En ese ejercicio recíproco de liberación y desparpajo surgen algunos títulos con vocación de clásicos instantáneos. Little Richard’s bible, con ese piano de Dwight inconfundible entre un millón, parece una prolongación estilística y resiliente de I’m still standing, mientras que la deliciosa The river man empieza con aires bucólicos hasta estallar en la eclosión coral del estribillo. Swing for the fences es country-rock palpitante, con estribillo para dejarse la garganta desde el primer segundo, mientras Never too late es una balada paradigmática “Made in Elton” de las que hemos escuchado muchas sin que haya manera (ni necesidad) de cansarse. Y Who believes in angels?, el tema central, exhibe un cierto aire de musical solemne que aporta un poco de trascendencia a la colección.

 

Puede que la algo hierática The rose of Laura Nyro no sea el homenaje más sentido que se le pudiera formular a esta fabulosa y desdichada cantautora neoyorquina. Y de igual manera, en este ambiente de camaradería y compenetración provechosa, habrá quien encuentre desconcertante que Brandi cierre en solitario la cara A (la desnuda y delicadísima You without me) mientras Elton hace lo propio con la pianística y casi elegiaca When this old world is done with me en la cara B. Pero el disco es uno de los regalos más inopinados de este 2025, y cómo hacerle ascos a las bellas sorpresas.

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