“Soy un explorador en una misión / Todo corazón y nada que perder”, canta Pedro Bernardo, jefe de filas de Fulcanelli, en Ciencia y ficción (CYF), uno de los cortes más definitorios para este segundo álbum del trío barcelonés. Tanto él como Saúl Martínez (bajo) y Sergio Cruz (batería, teclados) son músicos experimentados y con el poso de sabiduría suficiente como para huir de las prisas. Por eso la curiosidad y el conocimiento se erigen en eje temático para este segundo álbum de la banda, un intenso y emotivo ejercicio de épica y art-rock que se escapa muchos pasos de las urgencias más características en el territorio indie.
Fijémonos solo en el detalle de que Los puntos cardinales, primer corte para El universo observable, incluye una introducción instrumental de más de 100 segundos antes de que escuchemos la voz serena y sensible de Bernardo. Esa eclosión demorada recuerda, salvando las distancias, al prólogo que Where the streets have no name brindaba a The Joshua tree (1987), el celebérrimo trabajo de U2. Y no es disparatado pensar que haya en esta coincidencia un homenaje tácito: a fin de cuentas, Nacidos de un big-bang exhibe una espesura sonora muy a la manera de los dublineses en los días en que The Edge anda hambriento de protagonismo. Pensemos en Elevation, por ejemplo, y admitamos que versos como “Fracasé tantas veces que ahora fracaso mejor” afianzan la excelencia de ese título.
Fulcanelli se bautizaron a partir del apellido (en realidad, un pseudónimo) de un alquimista y escritor francés del siglo XX, así que no es de extrañar su empeño por erigir un rock cultivado, adulto; deliciosamente sibarita, pero no por ello excluyente. Pueden quedar rastros de algún exceso por el camino, de acuerdo: Y, sin embargo, se mueve, por ejemplo, es un relato obvio y declamado en torno a los avatares de Galileo, tan insulso como su fondo instrumental. Y supone un parón que le sienta mal demasiado pronto a este trabajo, obligado innecesariamente a la remontada cuando todo marchaba sobre ruedas.
Pero el desliz se corrige pronto. Ahí están, en la segunda mitad, el dramatismo de Donde estábamos tú y yo, que no queda lejos de la sensibilidad de Shuarma/Elefantes. O los siete minutos finales de Insignificantes fundamentales, otro ejemplo de que Fulcanelli puede seducir al público joven de Izal y al más consolidado de Niños Mutantes. Buenas referencias, en todos los casos.