Preparémonos, pues, para un viaje en el que nunca nos vendrá de más la Biodramina. Cream puede sonar cándida y embelesada en la excelente Words fell out, pero de inmediato Play it down ya se vuelve más circular, envolvente e inquietante y TCNC incomoda con su propuesta de recitado agresivo. Bellow the waste es un álbum abonado a los sobresaltos y los cambios bruscos de dinámica, una montaña rusa no recomendada para todos los públicos. Pero ¿cómo sustraerse a una invitación tan rica en adrenalina?
Goat Girl: “Below the waste” (2024)
Más que en un disco al uso, Bellow the waste se erige ante nosotros como un fabuloso enigma, uno de esos sudokus de dificultad algo más que mediana ante los que solo queda la opción de orillar cualquier otro foco de interés y exprimir el tejido neuronal. Las chicas del sur de Londres nunca fueron amigas de los caminos unidireccionales ni las consignas evidentes, pero en su tercer álbum se han vuelto laberínticas. Porque al post-punk algo lúgubre que las ha caracterizado desde siempre les ha dado por incorporar otros colores, en particular un minimalismo cerebral y absorbente aprendido al calor de la obra infinita de Philip Glass. Y todo ahonda en las dos percepciones fundamentales ante una obra como esta, la complejidad y la fascinación.
On all fours ya representó hace tres temporadas un reto nada pequeño, una confluencia de principios fundacionales evidentes y esbozos marginales libertinos. Esa sensación de banda inaprensible se incrementa ahora con un álbum extenso (para los cánones ahora, rondar los 50 minutos parece una temeraria osadía) y particularmente disperso, para dicha de los aventureros y desazón de los amantes de la línea recta y la orografía exenta de picos y valles. Porque Bellow the waste puede ser ruidista y al rato etéreo, o incluso onírico. Volverse cariñoso después de pasajes ásperos, incomodar y acceder al lirismo con solo unos pocos compases de distancia.
El trío femenino del sur de Londres parte de la mugre, el ruido, el rechinar de la música guitarrera que cobra forma en los garajes, pero aprovecha también el planear de los sintetizadores para concederse momentos mucho más absortos. Del post-punk al shoegaze, si intentamos desbrozar la maraña de géneros, aunque ya decimos que a la fórmula se incorpora la pasión y el vértigo de las repeticiones, sobre todo en pasajes como Perhaps o Sleep talk, donde incluso aflora cierta vocación sinfónica. Así son los destellos de ingenio renovador que aportan la cantante Clottie Cream, la bajista Holly Hole y la batería Rosy Bones más allá del sonido metálico y rechinante patentado por su productor, John “Spud” Murphy, a quien ya conocíamos por sus contundentes descargas eléctricas al servicio de Black Midi.