La llamaban “la emperatriz del blues” y su vida, obra y circunstancias dan para una biografía colosal, pero Bessie Smith (Chattanooga, 1894 / Clarksdale, 1937) murió con apenas 43 años tras un horrendo accidente de tráfico, rodeado además de sospechas sobre componentes racistas, y nunca pudo saborear el reconocimiento que su inmensa estatura artística le debería haber reportado. Esa aureola de malditismo, acrecentada por la probable supresión de su nombre en las autorías de muchas de las canciones que convirtió en históricas, agranda el atractivo de una figura a la que ahora rinden homenaje dos admiradores que también saben de las dificultades para dar a conocer su trabajo al nivel que merecerían.
Itziar Yagüe ejerció durante años el oficio de periodismo hasta que, ya treintañera, logró vencer el pánico escénico y eclosionar como la vocalista concienzuda, inspirada y versátil que es. Después de Delicious (2020) y Girl like me (2023), este es a buen seguro su trabajo más humilde y sentido, porque renuncia a aportar material propio y a revestirse con un acompañamiento musical rotundo para centrarse en la esencia: solo voz y piano, sin adornos ni red de seguridad, y ocho clásicos incontestables de aquella diva que en su día sufrió trabas a millares para ejercer como tal. “Fue una gran estrella de su tiempo, quizá la primera rockstar antes incluso de que existiera ese término”, la glosa Yagüe sin ocultar su fascinación por la persona y el personaje, por el carácter pionero, audaz y corajudo de una intérprete no ya mayúscula, sino también inimitable.
Yagüe hace bien, por eso mismo, en huir de los parecidos razonables, y sus lecturas nunca persiguen emular las grabaciones primigenias, sino asumirlas, interiorizarlas y reverdecerlas. Arrastra la voz sin perder cuerpo ni fuelle, y sobre todo suma fuerzas con un Paul San Martín siempre atento y a ratos inspiradísimo, como en los fraseos más negroides de Reckless blues, una interpretación que supera el carácter muy meritorio del álbum para elevarlo durante esos minutos hasta la categoría de memorable.
El ecléctico pianista donostiarra y la torrencial vocalista ovetense han adquirido en torno a la figura de Smith una complementariedad muy curiosa. Sus versiones son notables, pero llama la atención que las cuatro grabaciones que conforman la cara A, registradas en estudio, se vuelvan frías y perfeccionistas en comparación con las cuatro de la cara B, de largo muy superiores y atrapadas en directo en San Agustín Kulturgunea (Mendaro, Gipuzkoa) y, en uno de los casos, en el madrileño Café Berlín. Es en esa segunda mitad del trabajo, con la doliente y maravillosa Nobody knows you when you’re down and out o la muy sentida Oh daddy blues, cuando el tándem Yagüe/San Martín roza con la punta de sus dedos las mismísimas estrellas.
Que yo sepa es de vitoria.gasteiz. aunque sí he leído en una página de jazz que es de Oviedo, pero ese itziar, además, es muy euskaldun.