Los completistas de Jethro Tull han de ser un colectivo aplicado, sufrido y con la aplicación bancaria permanentemente actualizada, en virtud del carácter prolífico de la banda (que durante tres lustros cumplió a rajatabla con la norma, hoy impensable, de un álbum por año), las dimensiones mastodónticas de los archivos que atesora Ian Anderson y el mimo con que todos sus elepés, desde el inaugural This was (1968) hasta su decimocuarta entrega, The broadsword and the beast (1982), han conocido reediciones colosales en formato de caja antológica y con cuatro y hasta cinco cedés por entrega. A esa pauta para coleccionistas había escapado hasta la fecha Living in the past (1972), puesto que en origen se trataba de un doble elepé que recopilaba singles sueltos, caras B y rarezas varias, además de un puñado de interpretaciones en directo. Pero la versión pantagruélica de aquella entrega ya está aquí, con dimensiones nuevamente exorbitantes y a la vez deliciosas y muy tentadoras para el seguidor pata negra. Porque el menú incluye esta vez ¡cinco! discos compactos bien orondos, además del habitual blu-ray que alberga las remasterizaciones en formato audiófilo 5.1 y, aún más tentador, cuatro peliculitas promocionales de la época correspondientes a los cortes The witch’s promise, Life is a long song y, por dos veces, Teacher.

La pregunta clave, en estos casos, se sustancia en apenas tres palabras: ¿merece la pena? Y la respuesta dependerá, inevitablemente, de la holgura presupuestaria del interesado y su grado de militancia en la causa sinfónica, en general, además de en la específicamente ianandersoniana. Pero existen algunos argumentos razonables en sentido positivo. Por lo pronto, la presentación y los contenidos vuelven a ser extraordinarios, con un libreto de 100 páginas que incluye un extenso análisis sobre los primeros años del grupo, entre 1968 y 1972, y, a renglón seguido, un apasionante comentario canción por canción a cargo del propio Anderson sobre el contenido íntegro de la caja. El material gráfico es, como de costumbre, curioso y abrumador. Pero estamos hablando, además, de los años formativos de los Tull y de su periodo seguramente más inspirado, junto al quinquenio posterior que nos conduce hasta Heavy horses (1978).

En esas primeras andanzas, las que corresponden a los discos This was, Stand up (1969), el soberbio y a veces infravalorado Benefit (1970) y el exitosísimo y ya mítico Aqualung (1971), se fraguó y afianzó la personalidad del grupo, desde los aires de blues con dejes jazzísticos del primer elepé a la consolidación del discurso progresivo, las incursiones en los sonidos acústicos de la mandolina, la utilización única e inconfundible de la flauta travesera y ese timbre afilado y trovadoresco que nuestro amigo escocés Ian Scott Anderson siempre llevó a gala hasta que la afonía y las dificultades respiratorias, de una década larga a esta parte, le obligaron a reformular toda su arquitectura vocal y melódica.

El material es, en consecuencia, entre muy interesante y extraordinario, y cuenta, como no podía ser de otro modo, con la bendición de las remasterizaciones de Steven Wilson, una vez más en su condición de gurú y garante de la causa prog-rock. Si el doble álbum original incluía 21 títulos, que aquí se concentran en su mayoría en el CD1, la puesta al día de Wilson se traduce en las 31 piezas que abarcan los discos 2 y 3, a los que se incorporan composiciones tangenciales de la época que bien podrían haberse incluido en el Living in the past de 1972, algunas de ellas provenientes de las cajas antológicas de This was, Stand up y Benefit ya preexistentes. En definitiva, el coleccionista fetén se encontrará con repeticiones en el catálogo, pero, puestos a tirar la casa por la ventana, aquí se incluye ahora todo lo que podía estar en su momento.

Y en ese empeño por documentarlo e inmortalizarlo todo se encuadra la edición íntegra del concierto celebrado en el ilustre Carnegie Hall el 4 de noviembre de 1970, una actuación de carácter benéfico que el propio Anderson recuerda como «rara» y «sin nada en particular» respecto a otras comparecencias escénicas de la época (más allá de que se encontraban algunos miembros de la realeza entre el público). La sinceridad del libreto resulta esclarecedora, puesto que la grabación es algo más que correcta y el sonido, muy aseado para los estándares de la época. Eso sí, se incluyen las introducciones (a veces simpáticas, otras farragosas) de todas las piezas que iban a ser interpretadas. E, irremediablemente, el solo de batería de extensión desesperante que Clive Bunker le endosaba al público en mitad de Dharma for one. Lo hemos escuchado ya en otras grabaciones en vivo de cajas previas, así que no merece la pena reincidir.

El amigo Anderson escribe así otro capítulo catedralicio para su biografía y azuza nuestra curiosidad con rarezas de valía irregular. Pero el balance, por más que apelemos a la prudencia, vuelve a ser encantador. Hablamos de una época en la que confluyeron títulos como Living in the past, Life is a long song, Teacher, Inside, Singing all day o la estratosférica Sweet dream. Gloria para los Tull, una vez más.

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