Joan Valent es en sí mismo una categoría y, ya puestos, un motivo de orgullo. El compositor mallorquín ha ido conquistando hitos sucesivos y este nuevo disco, rubricado para la Deutsche Grammophon, tiene mucho de referencia, de motivo definitivo para tomar asiento y entornar la mirada. Nada es más delicado que una orquesta de cuerda, a menos que le incorporemos a esa fórmula primigenia la figura de una soprano. Y esa sensación de emoción sostenida, de permanente equilibrio, es lo que hace de Valent un figura ciertamente mayúscula de las nuevas músicas, las otras músicas o como demonios queramos denominarlas. Porque este Libro de bitácora poético es clásico y contemporáneo, contrito y explosivo, tan rabiosamente emocionante como, en su fuero interno, sagaz. Es curioso que se abra con una ciaccona para violín solo, Punta Campanella, y que a partir de esa belleza tan queda y desamparada desarrolle todo un discurso camerístico de innegable altura. En particular cuando llegamos hasta Swansea, una partitura de belleza escandalosa: minimalismo intensivo, a la manera de un Michael Nyman en formato muy cantabile. El trazo poético le sirve a la soprano María Planas para ir saltando de Cesare Pavese a Dylan Thomas (nueve minutos de Do not go gentle into that good night, otro de los pasajes de belleza creciente), Robert Graves o nuestro Pedro Salinas, representado por partida doble con Serás amor y Si me llamaras. Joan Valent lleva años llamando a las puertas de los grandes autores de cámara de nuestros días. Ahora, desde una concepción mediterránea cada vez más universal, parece haberlo conseguido de una vez por todas. Al frente de su Ars Ensemble, como de costumbre, pero con una visión de empeño y trascendencia más ambiciosa que hasta nunca.