Madre mía, la de veces que habré escuchado de chavalín a este rubiales. Me volvía loco su disco de debut, “North of a miracle” (1984), repletito de clasicos que hoy aguantarían cualquier análisis: “Whistle down the wind”, “Blue hat for a blue day”, “Take that situation”… Esas cosas. Y corroboraba que el grupo aquel con el que había asomado en la nueva década, Haircut One Hundred, no era un accidente: “Love plus one” me sigue pareciendo una de las mejores canciones de los 80. El caso es que pasaron los años, desaparecieron de las ondas ‘Ciclos’ y Vicente Cagiao, al siguiente disco (“I love you avenue”) nunca acerté a encontrarle la gracia y le perdí la pista a Heyward, aunque aquel flequillo alborotado y la mirada al cielo en la portada de “North…” siempre hayan sido una magnífica opción cuando rebuscaba entre los vinilos. El caso es que Nick ha vuelto, 16 años después de su último disco (que yo me perdí) y cuando ya no lo esperaba seguramente nadie. Ha vuelto sin hacer ruido, desde una discográfica independiente que aquí me da que carece de distribución. Y lo ha hecho con este trabajo de apariencia bucólica, trato apacible y contenidos sencillamente deliciosos. Puede que no hubierais oído hablar de él, pero conviene anunciarlo a todo trapo: Heyward escribe, vuelve a escribir, como los ángeles. Hay ecos de Beatles, Beach Boys, Teenage Fanclub: la canción como entidad pluscuamperfecta. Hay guitarras acústicas, algo de folk, olor a campiña. Hay un acercamiento al swing que es una preciosidad. Y hay, sobre todo, una habilidad para pasar de un acorde a otro que no figuraba en las previsiones como solo lo sabe hacer el amigo McCartney. El flequillo le clarea ya un poco al gran Nick, pero le volvemos a reconocer como el viejo amigo que siempre fue.
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