Hay algo profundamente desconcertante en este álbum, sobre todo porque escapa de los esquemas habituales y, en consecuencia, reúne abundantes papeletas para que no sea detectado por ningún radar, ya sea rockero, tradicional o mestizo. Ferrari es una hispanoargenina afincada desde hace 32 años en España y con un bagaje artístico disperso. Como será difícil recordar su aislado debut para Polygram (1995) o un par de trabajos centrados en el público infantil, los antecedentes más claros aquí son los dos volúmenes de “Tangos propios”, curioso intento de hacer del género argentino por antonomasia una derivada de la canción de autor. Algo de ello pervive en estas 12 piezas cada vez más ambiciosas, grabadas entre Madrid, Argentina y Chile aprovechando la presencia de Ferrari en la gira de vigésimo aniversario de “El gusto es nuestro” (Víctor y Ana, Serrat, Miguel Ríos). La cantautora convive con la milonguera, la amante de la música de cámara (“La soledad” tiene instrumentación de fagot, saxo, flauta y clarinete) y la creadora de largo recorrido que ha desarrollado un instinto básico de pop. Difícil buscar referencias claras, aunque podemos pensar en La Chicana en modo liviano. Pero es conmovedor el empeño de Ferrari por sacar adelante una autoproducción radical (porque no hay aquí mecenas de ningún tipo), y hacerlo con una comitiva de primer orden, desde la producción de Osvi Grecco a gregarios muy cualificados (Jacob Regulón, Martín Bruhn, Andreas Prittwitz, Santi Ibarretxe) o el encantador cameo de Fetén Fetén para “Fueron años”. Y todo ello hasta llegar a la monumental sorpresa de “Mientras tanto”, inconcebible versión argentinizada de Leño en la que Rosendo en persona canta como si se hubiera mutado de Carabanchel a La Boca. Es divertido y, sobre todo, inaudito: oír para creer.