Basta escuchar Thousand eyes, el extraordinario arranque de este segundo álbum de Tahliah Barnett, para comprender que estamos ante una empresa muy seria. La pieza comienza con aires de canto medieval y se introduce en un territorio onírico, repetitivo, profundamente inquietante y conmovedor: algo parecido a lo que Björk intenta provocarnos en la boca del estómago y desde hace algún tiempo no acaba de conseguir. Twigs venía de LP1 (2014), un debut que optó al premio Mercury y la colocó en el centro de todas las tertulias musicales como uno de los personajes más innovadores, inteligentes e inesperados de la escena. Las esperas largas, como ha sido el caso, siempre invitan a la sospecha y el desasosiego, pero Magdalene aporta en menos de 40 minutos un arsenal sonoro suficiente para despejar las dudas de los más recelosos. En una primera aproximación es subyugante; en escuchas sucesivas, termina resultando abrumador y, a ratos, sensacional. Como sucede con ocho o nueve de cada diez mujeres con ambiciones en la escritura de canciones, el ascendente de Kate Bush termina apareciendo más pronto que tarde. En este caso, ya Home with you nos remite a los paisajes más etéreos y soñadores de The hounds of love (1986), la obra cumbre de la gran musa de Kent. Tahliah no vino al mundo hasta 1988, y esa pátina de modernidad millennial acaba filtrándose de manera muy evidente en capítulos como Sad day, con las sombras del trap y del autotune. O en la tórrida Holy terrain, compartida con Future y en la que se conjuga la electrónica con unos coros de voces búlgaras (eso ya lo hizo la mencionada Bush en This woman’s work, 30 años ha, por cierto). La figura de María Magdalena, controvertida, incomprendida y revolucionaria, sirve de hilo conductor en un disco valiente, complejo, moderno sin llegar a pisar territorios irritantes. Y con algún monumento a los espíritus compungidos, como Mirrored heart, que consigue transmitir, en efecto, la sensación de arañazo.