Un disco de Mark Knopfler es lo más parecido que encontraremos a un refugio. Un lugar seguro en el que cobijarnos y encontrar abrigo, amparo y calor frente a las inclemencias; las vitales y también, cómo no, las sonoras. Nadie espera una revolución en la carrera de un hombre que en verano alcanzará su tercer cuarto de siglo, ha acreditado una carrera abrumadora durante casi cinco décadas (fue de los que empezó relativamente tarde) y no tiene nada que demostrar a estas alturas. O sí: que su capacidad para el relato entrañable y los riffs memorables es imperecedera, circunstancias que en ambos casos One deep river acredita de manera incontestable.
El de Glasgow se sabe un viejito sabio que se ha ganado toda la legitimidad para continuar transitando un sendero propio sin deberle explicaciones a nadie, más allá de que el relumbrón de sus años como héroe de masas queda ya muy lejos y que los grandes focos mediáticos nunca apuntarán ahora a un álbum tan hermoso como One deep river. Ellos se lo pierden. El creador de Dire Straits no se ha visto afectado por esa urgencia vital y metafísica de apretar el acelerador en el último tramo del camino –a diferencia de lo que les viene sucediendo a Van Morrison, Neil Young o el propio Dylan– y ha dejado que transcurran seis años desde Down the road wherever (2018) para retomar el discurso justo donde entonces lo dejó. Aquel era un álbum hermoso y este de ahora se antoja adorable. Porque apuntala esa mezcla única e inconfundible de country, jazz, blues, folk y guitarra liviana, con algunas gotitas de herencia celta (Sweeter than the rain o, entre los cinco temas adicionales de la edición ampliada, Along a foreign coast). Y lo hace con una honestidad a prueba de polígrafo, con el pulso sereno de quien sabe que su discurso se ha forjado solo con verdades.
Y es ese discurso sincero el que engrandece un álbum así, carente de aspavientos, volantazos o virguerías, pero con uno de los motivos de guitarra más adictivos de su firmante en muchos lustros (Ahead of the game) y al menos otros dos candidatos a engrosar la nómina de clásicos del repertorio, el chisporroteante Two pair of hands y el retrato de la subyugante Janine. Pero lo mejor de este Mark septuagenario es su capacidad para dosificar las dotes de retratista con las concesiones al sentimentalismo y la nostalgia, siempre más mesuradas y entrañables que invasivas.
El puente que reluce en la portada y junto al que se retrata en el interior es el que cruza el Tyne en Newcastle, la ciudad del norte de Inglaterra que le vio crecer. Y ese tema central que cierra el álbum entronca en lo musical con aquel Brothers in arms que servía como punto final en 1985 para el disco más exitoso de sus Dire Straits, de la misma manera que la enternecedora Black tie jobs podría pasar por una adaptación a ritmo de vals de Why worry?, de aquel mismo elepé.
A Mark Knopfler ya no le va a cambiar la vida a estas alturas. El mundo le prestará a One deep river una atención solo relativa, pero lo suyo, más que río, se nos antoja oasis.
Grandísimo disco, sobre knopfler poco puedo decir, solo que es un genio que nos lleva con su guitarra su voz y su música a unos paraísos mágicos donde poder relajarnos y olvidar el mundanal ruido de hoy en día. maravillosos temas.
Disco delicioso que se puede escuchar de principio a fin. Épico Túnel 13
. Al lado de esto todo parece mediocre.
Es ir a lo seguro.
¡Gracias, Oriol! Cuánto entusiasmo con Knopfler, qué bueno…
Qué decir del Tio Knopfler.
Allá por 1986 un vecino (que no amigo) , no sé por qué, me dejó una cinta TDK grabada con el título “Alchemy”. Reconozco que no había seguido a los “Situación Difícil”, pero fue poner la cinta en el walkman y quedarme embobado con aquellas canciones que más tarde, al bucear e ir comprando y escuchando una y otra vez su discografía, comprobé que eran versiones extendidas con improvisaciones y otros arreglos. Con esa cinta de aquel vecino descubrí a los Dire Straits y …hasta ahora (deseando un regreso a los escenarios. ¿lo veremos?)
Tengo que decir, que con el grupo disuelto, he seguido comprando puntualmente todos los trabajos de Mark, uno a uno, sean BSO o álbumes al uso o compartiendo música con los Notting HiIlBillis, Chet Atkins o Emmylou Harris. Trabajos deliciosos, pausados (extremadamente pausados), reflexivos, cálidos, pero…pero…pero…pero…. siempre sin poderme quitar la losa mental de su pasado con los Straits y siempre quejándome “me falta algo en ese trabajo”. Y así hasta hoy día. Compraré, como no, ese “one deep river” (portada espectacular). El “Ahead of the game”, con ese video de amigos tocando en ambiente relajado e íntimo, me gusta. En breve escucharé el resto (no soy de oír la música en plataformas on line). Ah, anécdota. 1992 iba andando por Madrid y vi a un tío pegando carteles de el Concierto de Las Ventas en octubre’92; le pedí un cartel y… ahí le tengo, en mi casa, un cartel enorme con la foto de Knopfler y un “ADIOS “en mayúsculas de color rojo. Y sí, era verdad ese “ADIOS”.
Totalmente de acuerdo. Cada canción es un regalo. 12 oasis en este gran desierto vital que es nuestro tiempo
Gracias, Xavi. Habrá que seguir buscando oasis, siempre 🙂
Escuchar al bueno de Knopfler es como volver a casa despues de un dia malo y complicado.
Te devuelve a la realidad con su voz, sus riffs y sus melodias.
Si Knopfler no existiera, tendriamos que inventarlo. Larga vida!
No puedo estar más de acuerdo, Javier. ¡Amén! 🙂