Ben Goldwasser y Andrew Van Wyndgarden han regresado a la palestra con la manifiesta intención, sospecho, de sublimar el concepto de lo raro. El cuarto artefacto de esta criatura creada para la fascinación y el desconcierto juega a ser más accesible que “Congratulations” (2010) y “MGMT” (2013), pero termina convirtiéndose en una lección, en todo caso, de pop marciano. Todo es inusual, empezando por esa portada desastrada que parece salida, en el mejor de los casos, de un fanzine ignoto. Y entrados en materia, las dificultades para aprehender el repertorio comparten espacio con el asombro creciente en cada escucha, con la capacidad de la parejita de Brooklyn para retorcer las posibilidades del estudio y transportarnos por dimensiones muy poco transitadas. Ojo, que “Me and Michael” entra como la seda, tal que si Pet Shop Boys hubiesen manufacturado su mejor single de la última década. Y “She works out too much” remite al tecno-pop más desmadrado de los ochenta, lo que la convierte en un fulminante placer culpable. Las voces suenan lánguidas, somnolientas, alucinadas. No se conforman con pertenecer al “dream pop”, sino que parecen alcanzar una dimensión semiinconsciente. Pero nada mejor que “When you die”, para la que nuestra pareja raruna se alía con el otro gran raro del planeta pop, Ariel Pink, con un resultado contagioso, adictivo, absolutamente fascinante. El último momento, digamos, bailable (?) es “TSLAMP”, estrafalario acrónimo de “Time spent looking at my phone”, y la segunda mitad incluye un atractivo instrumental pesadillesco (“Days that got away”) o un par de piezas, “James” y “When you’re small”, aturdidas, groguis, ralentizadas y oscuras. Puede que Van Wyndgarden y Goldwasser no le hayan dado una alegría a los directivos de su discográfica. A nosotros, sí.