Nacho Para tiene algo de romántico y extemporáneo, y eso nos produce admiración y hasta un poquito de envidia. Periodista de pluma ágil y amena, mirada amplia y trayectoria dilatada, un buen día decidió abandonar un puesto de responsabilidad, el de redactor jefe de Cultura en El Periódico de Cataluña, recoger los trastos de la cajonera y regresar al terruño cartagenero, dispuesto a vivir de manera mucho más sensata y frugal, a llenar la nevera con los frutos de la huerta y los dividendos que buenamente fuesen arrojando sus canciones. Parece la crónica de un hippy estrafalario, soñador y utópico, el dulce delirio de otro Chris Stewart entrañable al que no le ha hecho falta el acentazo guiri para erigir su particular versión musical de Entre limones. Ojalá que la suerte le resulte a Para igual de propensa a la sonrisa, porque la merece: estas 12 canciones no son ningún arrebato tardío de un cantautor dispuesto a costearse un capricho de la edad madura, sino el delicioso catálogo de un tipo con la suficiente memoria y bagaje como para atesorar toneladas de sabiduría en torno al country, el folk y la americana en su disco duro.

 

Al trovador de Cartagena ya le teníamos bien radiografiado a raíz de los tres álbumes de Bantastic Fand, una formación en la que cantaba y componía casi todo y que ha estado gozando de cierto predicamento en ese circuito de salas pequeñas, entrañables y esenciales. Pero su liderazgo en la banda original era tan manifiesto que este estreno en nombre propio ha caído por su propio peso, como dulce fruta madurada en la huerta. Y su carácter evocador, tierno y absolutamente entrañable, de hombre que se sabe armado de razón y trienios pero recibe con ilusión cada nueva hoja del calendario, se hace palmaria desde antes incluso de que desprecintemos el plástico.

 

No hay que sacar el papelito del parquímetro cuando transitamos por entre las nubes, nos avisa este Para de hoy, con su media melena entrecana, al tiempo que rebusca en el baúl para desvelarnos añejas y desvaídas imágenes de alguna excursión juvenil. Ah, los viejos tiempos. Nacho es un maduro más que interesante que no renuncia a aquel chavalín que fue. Y que, con la voz hermosamente ahumada por los arañazos de los años, se comporta a la hora de escribir como si aún transitáramos por aquellos imperecederos años setenta, una década en la que la belleza, guitarra en ristre, se multiplicaba con una progresión geométrica que hoy se nos antoja inimaginable.

 

Le persigue a Para el sambenito de Dylan murciano, y ojalá todos los sambenitos fueran así de elogiosos y justificados. Hay aquí argumentos evidentes para renovar esos votos, en vista de que la huella del padre-de-todos-los-cantautores es manifiesta aquí y acullá, y a veces tan flagrante como en la estupenda In the afternoon. Pero no pequemos de reduccionismo, puesto que las trazas de ADN son aquí múltiples y notabilísimas; comenzando, claro, por toda la escuela beatlemaniaca, y en particular la de George Harrison, el gran genio tapado (Para publicó en la primavera de este mismo año el libro Concierto para George, en el que reconstruye “el último milagro Beatle”). Y tampoco perdamos de vista el influjo de Van Morrison, muy evidente en el estupendo colofón, Into the light, pero también implícito en los coros femeninos de Great creation, aderezada con una armónica que parece registrada en los tiempos de Too long in exile.

 

No llega a constituir una sorpresa este No parking tickets…: ya sabíamos de cómo se las gastaba este cantautor huertano de inglés impoluto. Sucede, eso sí, que Nacho Para supera aquí todos los logros anteriores y acierta con una docena de páginas cabales, canónicas y envidiables. Inmaculadas en todo, también en la finura de ukeleles, dobros, pedal steel, mandolinas y demás arsenal de la tradición bucólica. Ojalá su repertorio trascienda como merece, porque esto que acabamos de escuchar es mucho más que una anécdota. Un hombre capaz de mostrarse frágil, quebradizo y esencial como en Fog in the air no puede quedarse en mera delicatessen para los muy bien informados.

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