Para empezar, algunas constataciones que cuesta creer. La primera, que Pat Metheny alcanzó el pasado verano los 65 años, teórica edad de jubilación que resulta particularmente chocante en un hombre de sonrisa perenne, irrenunciables camisetas de marinero y, sobre todo, vivacidad eterna en la escritura de una música con la que siempre entran ganas de entornar los ojos y refrendar que este mundo, aun cuando nos muela a mazazos, merece la pena. La segunda, que este From this place pone fin al mayor lapso sin repertorio nuevo registrado en estudio, puesto que Kin, manufacturado bajo la etiqueta del Pat Metheny Unity Group, se remontaba ya (tempus fugit) a 2014. Con esta última circunstancia habremos de ser particularmente condescendientes, dado que el guitarrista de Lee’s Summit acredita una producción muy prolífica desde la primera vez que tuvimos noticias de él (Bright size life, una obra de arte que se remonta, lo creamos o no, a 1976) y su índice de aciertos ha sido llamativo y envidiable. Pero quizá esta demora influya, y hasta puede que de manera no necesariamente intencionada, en la condición de From this place como un trabajo ambiciosísimo, el refrendo clamoroso de lo que todos sabemos desde varias décadas atrás: Metheny es uno de los nombres más admirables del jazz contemporáneo, avala un estilo tan singular que le hace reconocible desde el primer pellizco en las cuerdas de su arsenal guitarrístico y, sin renunciar a sus señas estilísticas, nunca se conforma con entregar un material que pudiera definirse como “un disco más de Pat Metheny”. Este no lo es, desde luego. Más allá de su generosidad, al borde de los 80 minutos, aúna todos los hallazgos de su formato más consolidado de los últimos tiempos, el cuarteto, con la ambición y el fascinante atractivo panorámico de la música orquestal. E integra esa vocación jazzística primigenia con la mirada amplia de quien, sin abrumar ni exhibirse, siempre ha sabido integrar en su obra los más dispares lenguajes. La intrincada melodía inaugural de America undefined, título bien atractivo para una especie de poema épico de 13 minutos, es probablemente lo mejor que ha grabado Metheny en lustros. Pero Wide and far también encierra ese afán exploratorio, la capacidad de perderse y encontrarse por los vericuetos de una escritura siempre laberíntica pero asombrosamente estructurada, y con el ejemplo de Wes Montgomery siempre en mente. Hay hueco para la balada (You are), aunque, como tantas veces en Pat, derive en tempestad y apoteosis. Y, desde luego, hay espacio para la tragedia de la América de Trump (ese lugar, fíjense en la portada, en el ojo del huracán): el tema que da título al trabajo está escrito el día después de la elección presidencial y resume cómo algunas cosas de este mundo solo se pueden rebatir desde el dolor y la belleza.
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