One hand clapping representa uno de los episodios más desconcertantes e intrigantes en los sesenta y tantos años de Paul McCartney como referente para la música del siglo XX (y XXI). En un momento en que sus Wings acababan de impartir la lección magistral de Band on the run (1973), una obra de arte imperecedera que acalló las absurdas críticas que habían suscitado sus primeros álbumes en solitario, el exBeatle quiso dar un golpe definitivo sobre la mesa con un documental en el que se viera a su flamante nueva banda tocando al unísono en los estudios de Abbey Road y divirtiéndose con un repaso a sus grandes éxitos de entonces, con alguna incursión en el repertorio de The Beatles y en clásicos añejos que siempre figuraron entre las debilidades de Macca.

 

Fueron cuatro días de grabaciones aparentemente provechosas en el cuartel general de EMI, frente al paso de cebra más famoso del planeta, pero al final todo aquel material terminó en el fondo de un cajón. Y su rescate ha tardado siglos en materializarse. El documental se desempolvó más de una década atrás, como material adicional a raíz de una edición conmemorativa de Band on the run (2010), y nadie le prestó demasiada atención. Y su banda sonora como tal, que en buena lógica se habría convertido en disco en directo en 1974, no llega a nuestras manos hasta este preciso instante, como una manera de honrar el 50 aniversario de aquel proyecto aparentemente malhadado.

 

¿Qué sucedió con One hand clapping? Más allá de esa portada horrenda, tendemos a pensar que las reticencias debieron venir más por la parte audiovisual que por la sonora. McCartney seguramente quería sacar pecho de su nuevo grupo, irremediable e históricamente condenado a las comparaciones con los Beatles, de las que no hay manera de salir bien parado. El mundo, tan suspicaz como de costumbre, tendía a mirar a los Wings como una formación voluntariosa pero de segunda división, en la que sus integrantes solo eran esforzados braceros al servicio del Gran Jefe, que además se había emperrado en hacerle hueco a Linda McCartney (ya sabemos que las suspicacias se multiplican siempre si la destinataria de las dudas es una mujer). Pero aquel quinteto que se atrincheró en Abbey Road sonaba crudo, áspero, verosímil, apetecible. El resultado está lejísimos de la versión pulida y apoteósica que daría un par de años más tarde una extraordinaria popularidad al elepé en vivo Wings over America, pero a Macca siempre le luce regresar a las raíces y los sonidos básicos con cierta periodicidad.

 

Wings fueron una formación mucho más musculosa y meritoria de lo que la historia original ha querido reconocerles, y la incorporación aquí del (excelente) guitarrista Jimmy McCulloch y del batería Geoff Britton eran garantía de masa muscular. De hecho, son particularmente fabulosas las versiones de Junior’s farm (a punto de convertirse en un single de enorme éxito) y, sobre todo, Soily (una rareza: aparecía aquí y allá en directo, pero nunca logró versión oficial de estudio) y Wild life (infinitamente mejorada respecto al corte que daba título al elepé más inane de los Wings). Y no se quedan atrás Hi, hi, hi, Nineteen hundred and eighty five o la tierna visita a Go now, el clásico tempranero de Moody Blues en tiempos de Denny Laine, el único escudero fiel e inquebrantable que encontraría Macca durante esa turbulenta década de los setenta.

 

Paul, tan disfrutón como siempre, se lo pasa en grande revisando algunas de sus favoritas de toda la vida, desde Blue moon of Kentucky a Baby face. Y es impresionante cuando se queda completamente solo, al piano o con la guitarra, para Sally G, la fabulosa Tomorrow (una de sus baladas denostadas en la época: cuántas tonterías podemos llegar a decir en caliente) o la curiosa intersección entre The long and winding road y Lady Madonna. Los estudiosos del de Liverpool también teorizan sobre la posibilidad de que el documental fuese rechazado porque dejaba entrever discrepancias entre el líder y sus dos nuevos empleados, McCulloch y Britton, y Paul tenía demasiado frescos en la memoria los roces con Harrison que las cámaras inmortalizaron durante la traumática gestación de lo que acabaría siendo Let it be. Pudiera ser, aunque la sensación es que el aspecto global del documental era poco atractivo, en términos visuales. Lo indudable es que este doble-elepé-en-directo-desde-el-estudio debe incorporarse con todos los honores a la discografía de nuestro hombre, porque es absolutamente delicioso.

 

3 Replies to “Paul McCartney & Wings: “One hand clapping” (1974, 2024)”

  1. Creo que Baby Face no es una versión (aunque lo parezca), sino una composición original de Paul, un ejercicio “retro” de esos que tanto le gustan.

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