Debutar cuando se divisa alguna que otra cana en la cabellera también tiene su encanto. No figuraremos entre los personajes perseguidos por las revistas de tendencias, pero lo ya vivido constituye un tesoro, en cuanto a bagaje y sabiduría, que acaba trasladándose necesariamente a la escritura. Le sucede al barcelonés Ricky Gil, figura asociada a los sólidos y venerados Brighton 64 que ahora se destapa en nombre propio con un álbum que denota las muchas horas de vuelo tanto en su faceta más recogida y acústica como cuando llega la hora de liderar un poderoso septeto eléctrico con muchos vinilos de finales de los sesenta en sus colecciones discográficas particulares.
El contraste entre la dimensión íntima y la pletórica le ofrece muchas posibilidades a Gil, hombre de voz rasposa e instrumentación versátil que se presenta con la tímida y muy desnuda Dues obres maestres antes de golpearnos los tímpanos con la arrolladora En una altra vida, excelente despliegue de guitarra fuzz, rock eléctrico con ínfulas de Santana, minutaje holgado (por encima de los 500 segundos: aquí no hay urgencias radiofónicas ni anhelos por engrosar listas virales de reproducción) y el contrapunto singular de Joana Serrat como frágil voz invitada. Esa misma sensación de falta de prisas, de gusto por la intensa digresión guitarrera, volverá a aflorar más tarde en Insumbissió, donde incluso el bueno de Paco Loco aporta unos bongos para hacer aún más patente la deuda con el rock clásico y psicodélico.
Las deudas con los sonidos canónicos de medio siglo atrás se vuelven más patentes cuando Ricky saca también a relucir su órgano Hammond y nos imaginamos a un Steve Winwood en versión mediterránea, como en la densa, épica y muy notable Tempesta nocturna, quizá lo más redondo y excitante de todo el lote. Aunque la versatilidad de Gil, ya muy patente en sus andanzas con Brighton 64 (y en otras aventuras mucho menos divulgadas, como Top Models y Matamala), aflora con muy amplio espectro: desde la nostalgia evocadora de Skate park de matinada al pellizco garajero para Encaixes amb la descripció y la pista para el despegue del blues que supone Dolça temeritat.
El hermano de la actriz Ariadna Gil y del cofundador de los Brighton, Albert Gil, acierta al alinear como banda de acompañamiento a Biscuit, una rocosa formación de Vilanova i la Geltrú que, pese a sus casi tres décadas de oficio, sigue siendo muy desconocida entre el gran público. Y redondea la faena retomando la página inicial, Dues obres mestres, en formato enchufado y nuevamente con Joana Serrat compartiendo protagonismo frente al micro. Guardaba muchas cartas en la manga el bueno de Gil, más constreñido en sus años de Brighton 64 en un mod acelerado, y hace bien en darse (y darnos) el gustazo de irlas mostrando ahora.