Seguramente nadie lo habría pronosticado hace cuatro décadas, pero Steve Hackett, en teoría el desterrado de Genesis, el hombre al que sus otros tres compañeros ni siquiera se molestaron en sustituir cuando anunció su marcha, ha acabado convirtiéndose en el representante más activo y prolífico del rock progresivo primigenio. Hackett fue partícipe de aquella apoteosis durante todo el periodo con Peter Gabriel como jefe de filas y registró dos álbumes magníficos ya bajo el liderazgo de Phil Collins, A trick of the tail (1976) y Wind & wuthering (1977), pero de aquel actor secundario que intuíamos entonces hemos pasado a un líder concienzudo, estajanovista y todavía inagotable a sus 71 añazos. Capaz de seguir componiendo repertorio de estreno hasta acumular dos docenas largas de álbumes originales en solitario, de los que este Surrender of silence se convierte ahora en digno sucesor.
Surrender… es heredero evidente de At the edge of light (2019), incluso en la propia naturaleza nocturna, estelar y misteriosa de su portada, y en ese sentido procura el aplauso del público más familiarizado con estos códigos, un seguidor seguramente poco amigo de sobresaltos o virajes estilísticos demasiado experimentales. Pero que no oscurezca a su antecesor –saludado hace un par de temporadas como un destello de talento rejuvenecido– no tampoco significa el guitarrista londinense se haya contentado con rellenar el expediente. Esta nueva hora de música (la edición en vinilo vuelve a distribuirse en tres caras, con serigrafiado en la cuarta) aglutina no solo un buen lote de solos virtuosos, sino también algún delirio de cambios de ritmo salvajes y desarrollos a tumba abierta, como en los casi siete minutos de The devil’s cathedral: el tránsito de los órganos celestiales de la iglesia a unas cuantas apoteosis diabólicas a las seis cuerdas.
Los arreglos orquestales, casi cinematográficos, definen Natalia, mientras que Wingbeats curiosea con los ritmos africanos de una manera equiparable a la de Mike Oldfield en los tiempos de Amarok (1990). Y los exotismos orientales, en este caso con aires más de souvenir de aeropuerto, encuentran hueco en Shangai to Samarkand. Pero el capítulo de espectro más amplio, y por ende el más interesante de la colección, es Held in the shadows, otros seis minutos largos en los que hay margen para una introducción acústica, teclados etéreos en la onda de King Crimson y una parte central tan enfática y electrizante que ya linda con los territorios del rock duro.
Casi nadie va a preferir este Surrender of silence a los primeros discos en solitario de Hackett, durante la segunda mitad de los setenta, ciertamente. Pero mientras Ian Anderson o Phil Collins arrastran problemas de salud o King Crimson y Genesis se conforman con giras de viejos grandes éxitos, el empeño de Steve por componer generosas raciones de material nuevo, y poderoso, es sencillamente admirable.
A sus 71 años sigue en plena forma, ha sabido envejecer bien, no como Phil Collins que ofrece una imagen lamentable sobre el escenario por sus problemas de salud, las giras de hackett son por la pasión que todavía tiene por la música, la gira de génesis está claro que es únicamente por dinero ,ahí está la diferencia
Es un poco dramático lo de Collins, la verdad. Y una pena grande que la salud no le esté respetando…