Amen Dunes es el alias artístico que lleva utilizando desde hace ya una buena temporada Damon McMahon, un tipo intrigante, torturado, de difícil catalogación y, por todo lo antedicho, particularmente atractivo. Los oráculos del indie estadounidense han saludado este Freedom, quinto álbum del proyecto, como el más directo, accesible e instantáneo de la serie, y aun así no siempre es sencillo hincarle el diente: aquí hay poco margen para la escucha plácida, y sí para la enigmática y, en último extremo, la psicodélica.

 

McMahon enarbola un timbre de voz nítido pero también tenebroso, con un cierto temblor que lo sumerge en las oscuridades; pensemos en aquel Bryan Ferry vanguardista de los primeros Roxy Music, a la altura de Do the strand. En Freedom flotan muchas más interrogaciones que clarividencias: el diagnóstico de un cáncer terminal a la madre del artista, unas relaciones disfuncionales con el padre (a quien descubrimos esnifando pegamento en Skipping school), los excesos de una masculinidad a la que le sobra testosterona en Dracula o Miki Dora.

 

Con todo, y frente a las inquietudes y los desasosiegos, se erige un álbum de belleza rara y creciente, con Parker Kindred (Antony & The Johnsons) a la batería y los siempre marcianos canadienses Godspeed You! Black Emperor prestando su respaldo. Blue rose, por ejemplo, es un diamante sin pulir, una pieza fascinante cuyos encantos se agrandan a cada visita. Y algo parecido le sucede al tema central, quizá –este sí– el más inmediato de la colección: una súplica sencilla, creciente y hermosa que puede recordar al mismísimo David Gray. Sí, también hay melodía en el universo de Amen Dunes.

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