No es casualidad que Maui se haya convertido en hija adoptiva y ojito derecho de la mismísima Martirio. Existe un universo compartido, una sensibilidad pareja e incluso ese gusto por el vestuario colorista, en este caso los vestidos y tocados con mucho floripondio. Maui es un alma cándida que sigue creyendo en la ternura, ese valor para el que “siempre hay tiempo”, según la fórmula clásica de nuestros cantautores, pero que tan difícil resulta desarrollar en esta época tan irascible. Y estas diez nuevas canciones, que se pasan en un suspiro y alimentan nuestras ansias de “Repeat”, representan un rearme creativo con mucho más empaque que un millar de actualizaciones en Instagram. “Mi iPhone X me recuerda que tengo muchos amigos”, se guasea María Luisa Ramírez en la hilarante “Requete”, instantánea sardónica de la tontuna que se nos ha instalado en nuestra modernísima civilización. Pero nuestra reina de Utrera encuentra siempre un hueco para la indulgencia, para la fe en el ser humano o, como mínimo, en uno mismo. “Este carrusel no enciende sus luces si tú no lo conduces”, insta en “Canción para Teo”, invitación a que tomemos las riendas de nuestro propio rumbo. Tiene Ramírez un encanto instantáneo para el pop con deje a rumba y flamenquito, y todo ello se sustancia en instantáneos caramelitos melódicos (“Toma de tierra”, “A Madrid”) y poesía a pie de acera (“Juan”, con un interludio recitado a cargo de Chipi, de La Canalla), en tanguillos y esa luz meridional que aviva hasta al corazón más lánguido. Con la guitarra chisporroteante del maestro Josete Ordóñez como principal sustento, y amigos cualificados aquí y allá (Tomasito, Jorge Pardo, Antonio Carmona), Maui se refrenda al fin como la mejor alternativa femenina a El Kanka o Kiko Veneno.