No está del todo claro, como tantas otras cosas pendientes de esclarecer durante este fatídico 2020, si nuestros queridos Monos Árticos tenían intenciones precisas de publicar este álbum en directo durante la presente temporada. Hay dos factores desconcertantes, por lo menos. El primero, que la presentación aquí inmortalizada se remonta a mediados de 2018, dos años y medio atrás, cuando el extraño, experimental y fascinante Tranquility base hotel + casino no había hecho más que comenzar su andadura. El segundo, que la totalidad de los ingresos se destine a una causa hermosa y solidaria, la de War Child, lo que hace pensar en una intención más benéfica que estrictamente estratégica o discográfica. Sea como fuere, disponemos ahora del primer elepé en directo en la historia de una de las bandas que más riadas de tinta (o de megabytes) ha merecido en lo que llevamos de siglo. Y, uf, es una suerte que ese momento haya llegado.

 

 

Porque esta comparecencia del 7 de junio de 2018 en el coliseo londinense era merecedora de la inmortalidad fonográfica, sin duda. Ninguno de los seis trabajos en estudio del cuarteto ha pasado inadvertido ni carecía de interés. Al contrario, la banda ha sabido transitar del sonido garajero, rabioso y urgente de sus dos primeras entregas, concebidas en edades posadolescentes, a la americanización en los tiempos de Humbug (2009) o el posterior coqueteo con el soul, otros sonidos más elaborados e incluso la evidente fascinación por Bowie que denotaba Tranquility…, un trabajo que más parecía la obra en solitario de un Alex Turner que el resultado de un esfuerzo colectivo. Al propio líder se le escapa hablar de “mi nuevo álbum”, en primera persona del singular, cuando aborda su interpretación, que tiene una presencia escueta. Este Live ejerce más de repaso y grandes éxitos en directo que de presentación de un último disco en concreto, lo que acrecienta ahora mismo su interés y relevancia.

 

Pues bien: más allá de la excelencia ártica en el estudio, convenía testimoniar su extraordinaria prestancia sobre los escenarios, más aún con el respaldo de varios instrumentistas entre bambalinas que amplifican la solvencia sonora original del cuarteto. Ayudar a los niños que han sido víctimas de un conflicto armado es un objetivo noble y loable. Hacerlo con este álbum sonando a toda pastilla en el salón sirve para amplificar su disfrute.

 

Hay momentos memorables, en particular una lectura muy vitamínica de la fantástica Don’t sit down ‘cause I’ve moved your chair, pero también de la desatada Brianstorm o de la sofisticada Cornerstone, con Alex acentuando su pose de croonerde los nuevos tiempos y sus líneas melódicas sinuosas. Y hay una última concesión a la extravagancia, y es que los 20 cortes del doble álbum se distribuyen en 17 para el primer CD y solo tres para el segundo, que se nos evapora en apenas un cuarto de hora. Ganas de llamar la atención, pero las perdonamos de buen gusto si hubiera buenas noticias de los Monos para 2021.

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