Llevan ya tres o cuatro años ejerciendo como el nuevo gran secreto a voces de la escena underground londinense, pero este estreno con todos los honores en el sello Matador tiene todas las papeletas para figurar entre los acontecimientos del año, las candidaturas al Mercury Prize o los episodios que aparecerán testimoniados en los balances del mes de diciembre. No nos confundamos: el apostolado que ejercen Nina Cristante, Jezmi Tarik Fehmi y Sam Fenton no tiene ninguna apariencia de circunstancial. Los tres suman voces, composiciones propias y gustos profundamente oscuros y crepusculares como para prolongar y amplificar el hechizo de discos tan enigmáticos, raros y hermosos como este. 

Sam, Jezmi y Nina cantan más bien poco, en términos clásicos, y  hacia adentro, como si no fueran del todo conscientes de que se encuentran en un estudio de grabación y el técnico ha activado esa luz roja que anuncia la hora de la verdad. Pero el fruto es enigmático, quejumbroso y muy bello. Siempre con una leve querencia por la repetición y el murmullo, como si el trío solo quisiera expresarse musicalmente desde las oquedades del alma y los recovecos anímicos más propicios a la penumbra y los tránsitos tenebrosos.

A veces afiliado al post-punk y otras al shoegaze, no es fácil determinar referentes instantáneos a este sonido, aunque fascinará a cualquiera que disfrutase en su momento de Cocteau Twins o se sienta cómplice de la idiosincrasia espiritual de Robert Smith y The Cure. Pero no hay que sentir vértigo ante Tracey denim, sino solo curiosidad: Nurse o Punkt! son golpetazos adictivos en esa búsqueda de un rock ensimismado, de ese que obliga a entrecerrar los ojos y cabecear parsimoniosamente, entre la concentración y el asombro. Podemos hurgar en nuestras heridas con bar italia, y sentiremos escozor. Pero merece la pena afrontar el reto. Incluso disfrutar de medias sonrisas burlonas y ácidas, como las que rezuman de Yes I have eaten so many lemons, yes I am so bitter. Pues eso mismo.