Ha querido hablarnos la pianista catalana Clara Peya sobre las periferias anímicas y conceptuales de los seres humanos, y la primera en aplicarse el cuento y apartarse de cualquier atisbo de normatividad es ella misma. No es nada frecuente que una artista de solo 34 años (milenial, si queremos aplicar la etiqueta generacional al uso) aborde su undécimo trabajo, pero aún más atípico resulta que la autora de todas estas músicas e instrumentista personal delegue la voz cantante en terceros. El encargado de prestarle la garganta en esta ocasión es el excelente Enric Verdaguer, artista de timbre vulnerable y ultrasensible, que alterna castellano y catalán aunque a veces nos quedamos con la curiosidad de saber cómo sonaría también en portugués: imagínense a João Afonso, el hijo de Zeca, y podrán hacerse una idea muy aproximada de lo lindo que canta este rubiales de Igualada.

 

Ese gusto por la canción de hechuras pop pero regusto a tradición ya aflora en ¿Quién se atreve a hablar?, la excelente apertura del álbum, otro ejemplo manifiesto de que Peya hace consigo misma las veces de contraejemplo: ella no solo ha reunido el coraje, sino que la colección entera es todo un prodigio de confesiones, temblores, sentimientos a flor de piel. Incluso de un temor tan terrible como el que plantea Ha mort l’amor, a buen seguro un hijo musical directo de esa mezcla entre estupor y pesimismo que nos ha ido dejando la pandemia.

 

Esa lucha entre pulsiones y pareces se manifiesta también en Sonrío para no llorar, mientras que Si la luna parece una nana vagamente lorquiana, incluso con el revestimento de los sintetizadores. Pero la página más ultramelódica es, de largo, La niña, aun asumiendo el riesgo cierto de que la sensibilidad sea en ella colindante con la sensiblería. Mejor se desarrollan los acontecimientos en el caso de Mujer frontera, con Alba Tijoux y la actriz Alba Flores como aliadas de excepción y el objetivo insólito de recaudar fondos para el colectivo de jornaleras de Huelva.

 

Hay mucha belleza serena, pero reconcentrada, en Huracán y en muchos otros pasajes de un álbum atinado y oportuno. Peya se ha atrevido a hablar bien claro, aunque sea mediante voz interpuesta, y ahora es de justicia que este discurso se escuche mucho más allá de sus tierras catalanas. Porque las verdades, como estas suyas, gozan de validez enteramente universal.

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