Chris Corner ya protagonizó una reformulación vigorosa, pero ahora, en esta vuelta de tuerca, afronta la reinvención de la reinvención. El hombre que dirigía la nave de Sneaker Pimps acabaría desligándose de esa marca para operar como IAMX, que encontraba la razón de su bautismo en aquel álbum referencial de los Pimps, Becoming X. Lo verdaderamente llamativo ahora es que Chris, que se ha caracterizado por su apego al pop electrónico y razonablemente pomposo, haga un repaso a lo más granado de su trayectoria cambiando de manera radical las reglas del juego. Es decir, apostando por las lecturas acústicas de sus clásicos.

 

Para tranquilidad de sus seguidores más recelosos, este experimento desenchufado no implica desnudez, sino una enérgica actualización en las texturas. El repertorio sigue bien arropado, solo que ahora con unos tejidos más cálidos y tersos. Pero el melodrama no decae; en todo caso, seguramente se acentúa. Porque la voz suplicante y plañidera de Corner, con agudos sostenidos y momentos de intenso melodrama, no tiene que competir ahora con las densas embestidas de la electrónica. Y puede recrearse en el dolor (Mercy) sin resistencia.

 

IAMX se ha alineado a lo largo de estos lustros con la liga de los Depeche Mode, New Order y demás grandes bandas alineadas en los ochenta con los sintetizadores. Ahora es momento de reconsiderar a Corner más desde la perspectiva de autor intenso y enfático (I salute you Christopher podría ser una buena balada de Bon Jovi, si se nos permite la paradoja), y de instrumentista enérgico y habilísimo. Y con un registro vocal más cercano, para entendernos, a Brian Molko (Placebo) que a Dave Gahan.

 

La sorpresa es a ratos mayúscula. IAMX se abona al formato extenso (seis de estos 11 cortes superan los seis minutos) y abraza una solemnidad operística (Surrender) que no desagradará ni un ápice a quienes se hayan estremecido con los gorgoritos de Matt Bellamy (Muse) en los grandes estadios. A Corner no le salen ni saldrán canciones para canturrear junto a la hoguera, quizá con la excepción de You can be happy. Pero ser singularmente emotivo y enfático incluso sin hurgar permanentemente en la franja más aguda del registro. La íntima The background noise y la hipnótica Kiss and swallow son dos soberbios ejemplos.

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