Como buen artista clásico y de trayectoria fecunda, Ignasi Terraza es garantía de un disfrute razonablemente alérgico al sobresalto. Son ya 25 los trabajos que se cumplen con este, si no fallan las cuentas, y el regreso del pianista barcelonés cobra forma esta vez mediante la fórmula del mano a mano con aliados cualificadísimos: Andrea Motis, Scott Hamilton y Antonio Serrano. El resultado es un trabajo extenso, plácido y de química fluida; los invitados se amoldan al teclado de su anfitrión y refrendan que Terraza sigue en la primera línea de nuestro jazz clásico.

 

Su condición de invidente disparó desde décadas atrás las comparaciones con su paisano Tete Montoliu, aunque el gran padre del jazz catalán era más amigo de los caminos intrépidos y Ignasi suele adscribirse más a un bebop canónico. Con Intimate conversations sigue estando donde le recordábamos y preveíamos encontrarlo: previsible en sus intenciones y movimientos, exquisito en las formas. Firme en su compromiso con el swing, elegante siempre, pausado en ese gusto por el pulso exquisito y el tacto sedoso. Y hábil a la hora de tirar de agenda, porque sus aliados cubren todos los espectros generacionales posibles: una buena manera de evidenciar las ansias porque estas conversaciones, aun originalmente íntimas, se popularicen y difundan todo lo deseable.

 

El ariete más joven del equipo, Andrea Motis, alterna su voz dúctil con la trompeta, gran especialidad de la casa, pero también el saxo soprano y hasta algún pandeiro. Es la más versátil y, de paso, la que acapara mayor protagonismo. El saxo tenor de Scott Hamilton, casi coetáneo de Terraza (se llevan apenas tres años), aporta la solidez, mientras que Antonio Serrano refrenda el pacto con esa suerte de infalibilidad que le acompaña desde hace ya unos cuantos lustros.

 

Ignasi desliza cuatro piezas propias entre un surtido catálogo de clásicos y estándares, también escogidos con ese criterio de contentar oídos de mira amplia y poco arriesgada. Hay escalas en Brasil, claro, y en la chanson, aunque del repertorio no jazzístico lo mejor es la enésima visita a esa zamba eterna que es y será siempre Alfonsina y el mar. Quizá lo más ameno acontezca cuando el swing sube en intensidad, desde Pick yourself up a Shiny stockings. Son muchos kilómetros en el contador vital y sonoro de Terraza, esa grata sensación de que con él encontraremos siempre un óptimo resguardo.

 

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