Nunca se me dieron bien las disyuntivas, así que aprovecharemos las ocasiones en que no es necesario decantarse por solo una opción. Estos dos discos se han puesto en circulación esta misma semana, seguramente constituyan los dos ejemplos más excelsos de rock yanqui de raíz en lo que llevamos de año, puede que no encuentren oponentes durante el resto de la temporada y, después de mucho meditarlo, he sido incapaz de determinar cuál me gusta más. Solo sé que en ambos casos superan a sus fenomenales y recientes antecesores (“Sermon on the rocks”, 2015, y “Heart like a levee”, 2016) y que cada vez que terminan en la bandeja de mi reproductor soy incapaz de escucharlos solo una vez. M.C. Taylor, el barbudo al frente de HGM, se ha vuelto rutilante y suena a veces a The Band. Sí, The Band, aunque me tiemble el pulgar solo con teclearlo. “I am the song” es la demostración y, casi, el manifiesto. En cuanto a Josh, es capaz de aunar blues, country, góspel, mística: todo. Se marca un dueto con Bob Weir precioso, que es todo un detalle. E invita a quedarse a vivir en los casi ocho minutos de “Myrna loy”, que podría durar ocho siglos y seguir meciéndote como un abrazo después de la tempestad. No a las disyuntivas. Sí a las promiscuidades sonoras. Seguiremos afilando el oído… 

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