¿Hay algo que no haga la fascinante Julia de Castro, ejemplo de artista cuasi renacentista de la que no paramos de conocer nuevos perfiles de su personalidad poliédrica? ¿Existe alguna faceta, de las muchas que abarca, en la que no se la sienta cómoda, lúcida, magnética, brillante? El hasta ahora rostro más visible en De La Puríssima emprende trayectoria en solitario con un estallido de colores, sabores, aromas e influencias aún más laberíntico, seductor y fascinante que en esa década que ha operado en tándem junto al contrabajista Miguel Rodrigáñez. Lo bueno, en su caso pero también para nosotros, es que esta eclosión en nombre propio coincide con un momento particularmente dulce en su trayectoria como actriz, justo cuando acaba de escribir y protagonizar el capítulo que Paula Ortiz dirigió para En casa, muy alabada serie sobre confinamientos para HBO. ¿Actriz que canta o cantante que actúa? Olvidémonos de viejas disyuntivas: Julia es muchas cosas, todas a la vez, sin restricciones, apriorismos ni hipotecas mentales. Y todo ello, a sus exiguos 34 años. Le está cundiendo el tiempo. Mucho.

 

Proviene de una comarca severamente despoblada en la provincia de Ávila, como explicita en la casi recitada Santa Frívola. Y es una encrucijada de emociones, influjos, temáticas, impulsos, ritmos y rimas. Mira a Latinoamérica con un desparpajo envidiable, conocedora de sus principales parámetros folclóricos y ajena a cualquier asomo de complejo o apoplejía. Ahí está, por ejemplo, Caminadora, una cumbia fulminante. Y nunca duda a la hora de pisar callos o manifestarse sin pelos en la lengua. Por eso reivindica como superior la sexualidad femenina y utiliza el ejemplo, casi temerario, de las prostitutas que deciden ejercer tal oficio sin coacciones, por voluntad propia (Ríndete). O descubre las bondades de la bisexualidad (una condición envidiable, con el doble de oportunidades, según el viejo axioma de Woody Allen) con la muy adictiva y explícita La alemana, el más lúdico, lúcido y plausible de los posibles himnos LGTBI para esta temporada.

 

No es que quiera abarcar mucho. Es que no se detiene ante nada. De ahí que puedan convivir el rap y el bolero, la zarzuela con la herencia mexicana. Eso sí: la mordacidad siempre acabará ganándole la partida a la contención. Es Julia de Castro una de esas artistas tan modernas y arrolladoras que no puede provocarle la indiferencia a nadie, pero suscita mucho más entusiasmo, o como mínimo curiosidad, que recelo. Desde luego, La historiadora no es un entretenimiento para ratos libres, por más que la conozcamos bien en escenarios y platós televisivos, y que el título de este debut solista provenga de haber finalizado estudios superiores en Historia del Arte. Entre otras muchas cosas, Julia es cantante y compositora. Y, ante todo, torbellino.

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