Confesemos una pizca de envidia hacia el pop escandinavo, tan condenadamente hábil siempre a la hora de sustanciar su instinto melódico, antes de testimoniar nuestra admiración para con Karl Larsson, el hombre que está a punto de cumplir un cuarto de siglo bajo el paraguas de Last Days of April. Este Even the good days are bad sustancia en ocho temas certeros el estado de la cuestión: el paso de la vida nos vuelve agridulces en nuestras percepciones, pero el peso de la experiencia permite rubricar, como si tal cosa, pequeñas obras de arte de power pop.

 

El geniecillo de Estocolmo –entre las joyas más evidentes, pero no más reconocidas, en la corona del pop sueco– ha ido evolucionando desde el noise rock de los comienzos a una vertiente más pulida y hasta americanizada de su talento. En algunos momentos de Even the good days… no sería difícil imaginar a Jeff Tweedy de animada cháchara con Larsson, porque el primigenio country alternativo de Wilco no queda nada lejos de temazos como Turbulence o Alone. Hay chispazo eléctrico, sin duda, y se renueva aquí y allá el compromiso con la distorsión. Pero a Karl le acaban saliendo siempre páginas directas, certeras; tarareables hasta el extremo de que algunas guitarras (Hopeless) puedan traernos a la memoria al divino George Harrison. Y hasta el extenso corte final, Downer, nos recuerda (mucho) en su arpegiado de guitarra a Dreams, el clasicazo de Fleetwood Mac.

 

El gusto por la melodía más tenebrosa en Had enough apunta a aquellos The Auteurs del británico Luke Haines, mientras que Run run run supone la aportación vitamínica más evidente del lote. Y todo ello, siempre, desde la perspectiva agridulce de un observador al que los trienios han vuelto inevitablemente escéptico. “Quieres lo nuevo / Lo nuevo se vuelve viejo / ¿Merece la pena? / No lo sé”, avisa un Larsson con hielo en la sonrisa durante el exquisito tema central.

 

Dice nuestro protagonista que no pretende parecer cínico ni resignado, aunque su propia voz, frágil y vulnerable, contribuye a insuflar de hondura emocional un trabajo que tiene algo de catarsis y mucho de rock de alta escuela. Los más jovencitos, aquellos que miraron hacia Suecia por vez primera a partir de The Hives, comprenderán ahora que Last Days of April ya estaban antes.

 

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