Los italianos Måneskin se han abonado sin el menor recato a la desmesura, lo que hace que todo cuanto les rodea parezca una secuela de Casi famosos, aquella película de Cameron Crowe sobre la fama, el glamour, los oropeles, la purpurina y los excesos que rodean la vida de un grupo de rock. Todo ello los convierte en atractivos y mediáticos, y la osadía de presentar este tercer álbum oficiando una boda pagana de sus cuatro integrantes ante los ojos de docenas de rostros guapos e ilustres de la bella Italia acentúa todos esos méritos y, de paso, los legítimos recelos que deriven de tanto postureo elevado a la enésima potencia. ¿Estamos dispuestos a creernos a Måneskin? A juzgar por este rocoso tercer disco, desde luego que sí. ¿Nos lo ponen fácil? Aunque sea engorroso admitirlo, a veces ellos mismos parecen encabezar su propia lista de detractores.

 

El joven, fogoso y fulgurante cuarteto romano arrasó en Eurovisión en 2021 con una propuesta rica en rímel, estilismo, ambigüedad sexual y guitarrazos nerviosos, lo que en realidad ya conocíamos desde medio siglo atrás bajo la denominación de glam rock. El problema es que lo que entonces se percibía como actitud hoy más parece una larga sucesión de piruetas instagramizables. Por eso Rush! se recibe con tanta curiosidad como reticencias, y debemos aparcar la sobreexposición, el manierismo, las gruesas capas de maquillaje o los pezones destapados ante las cámaras para centrarnos única y exclusivamente en el reproductor del salón a lo largo de 50 minutos. ¿Y qué sucede? Que Damiano David y sus compañeros y compañera de filas han redondeado, créase o no, un álbum vitamínico, hipercalórico y muy ameno que irrumpe en la estancia como un regimiento de legionarios romanos.

 

La presencia de la ilustrísima guitarra de Tom Morello (Rage Against The Machine) en Gossip aporta legitimidad a estos pipiolos de la generación Z, más aún en un tema que pretende denunciar los excesos de la fama y el efecto perverso de la exposición mediática y las picotas de las redes sociales. Suena a discurso autoexculpatorio y, a la vez, contradictorio, porque los italianos nunca han dejado de alentar el debate sobre sus figuras, fuese o no en términos laudatorios. Pero es alentador que todo ello se aderece con riffs que diríamos importados de The White Stripes (Own my mind), zambombazos de punk-rock con mucha mala baba (Kool kids), baladas medio heavies que parecen secuelas de Aerosmith y travesuras que, a modo casi de trabalenguas, terminan resultando adorablemente chulescas. Y nos referimos a Bla bla bla, claro está.

 

Måneskin repudian la mesura en casi todas las decisiones que adoptan, y el propio minutaje de Rush! (15 cortes en la edición en vinilo, dos más en su formato digital o en CD) parece un suicidio en esta era nuestra del consumo precipitado, tangencial y aferrado a las circunstancias. Pero su testarudez a la hora de incurrir en excesos termina resultando también razonablemente entrañable, meritoria y enternecedora. Es imposible que cuatro veinteañeros lúcidos y espabilados no sean conscientes de que se pasan con cierta frecuencia de frenada, pero no les importa. Y eso les acerca más a The Darkness que a un burdo producto prefabricado para las teles y los perfiles de TikTok. Hay mucha pose en Rush!, pero también despuntan algunos buenos pellizcos rockeros. De esos que dejan la marca de la uña en la piel.

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