La génesis de Spanish villager n:3 es francamente insólita. Al cada vez más ilustre J.S. Ondara le llega la información de que un pueblito alicantino, “a little village in the South of Spain” (sic), comparte denominación con él. Ondara resulta ser un apellido bastante común en Nairobi, la capital de Kenia y el lugar donde vino al mundo hace ahora 30 años, pero la coincidencia nominal con un municipio remoto le resulta intrigante e inimaginable. Y esa pintoresca coincidencia le sirve como excusa para afrontar un viaje imaginario por ciudades del mundo que figuran en los títulos de la primera mitad del álbum (Mineápolis, París, Tokio, Berlín, Ciudad de México) y que simbolizan su visión apesadumbrada sobre el momento actual del planeta. Un diagnóstico crítico y amargo que se quintaesencia ya desde los primeros versos del álbum: “Mira en quién me he convertido / Alguien de otro tiempo y lugar / Me he convertido en nadie, en un alien” (Al alien in Minneapolis).

 

He aquí los mimbres de los que parte este tercer trabajo del cantautor keniata afincado en la principal ciudad de Minnesota, pero esta mirada ácida y incisiva sirve como hilo conductor para un discurso musical rutilante. Ondara ya había exhibido una escritura soberbia en sus dos trabajos anteriores, pero nunca se había explayado en los revestimientos musicales como ahora, cuando se coloca a las órdenes del productor Mike Viola (Andrew Bird, Ryan Adams) y se rodea de músicos particularmente distinguidos; en particular, Taylor Goldsmith y Griffin Goldsmith, de los divinísimos Dawes, cuyas guitarras y segundas voces nos abrazan aquí y allá.

 

Con semejante armazón en cuanto a sonido e ideario, ya solo falta un buen puñado de canciones para completar la ecuación, y ahí es donde el cantautor keniano destapa el tarro de las esencias. Hay elementos que recuerdan al propio Ryan Adams en la escritura de Ondara, pero la conexión dylanita y trovadoresca parece más evidente si pensamos en referentes como Amos Lee y, sobre todo, el sueco The Tallest Man on Earth, con el que nuestro protagonista podía postularse como mellizo de madres diferentes. Ondara es adictivo en su búsqueda de elementos memorables, con una fuerte inspiración de góspel en esa manera suya de encontrar motivos breves y certeros que repite, en efecto, como una oración. Laica o descreída, sin duda, pero elevada hasta nuestros oídos a la manera de un cántico.

 

Y así es como Spanish villager transita el recorrido entre lo atractivo y lo adictivo, encomendándose a la capacidad que muchas de estas páginas avalan para enganchársenos en la memoria. Incluso cuando la parte melódica no es tan cantabile, como en el caso de la soberbia (y desolada) A prophet of doom, encontramos guiños tan poderosos como ese patrón de percusión que remite por vía directa a Running up that hill, de Kate Bush. Las ansias pospandémicas por devorar kilómetros y pedir cuentas a nuestras maltrechas democracias alientan esta “Odisea contraria”, como reza el último de los 11 títulos. Qué bien que al bueno de J. S. estos dos años de pesadilla le hayan avivado las ansias por escribir.

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