Lo mejor que se puede decir de un artista a la altura de su decimosexto álbum es que la textura sonora de su nuevo disco pueda dejar todavía un resquicio para la sorpresa. I’m sorry and I love you, el tema inaugural de este Wednesdays y probablemente su mejor baza (o, como mínimo, la más elocuente), nos muestra a un hombre contrito y compungido, que abandona cualquier tentación de destello para entregarse al sollozo. Y recordar, mucho, al Neil Young más devastador, ese que se desangraba en los momentos más desgarradores, por ejemplo, de Tonight’s the night.

 

Dicho todo lo cual, es imposible disociar Wednesdays de las circunstancias que lo rodean y que han convertido a David Ryan Adams en un personaje controvertido y potencialmente detestable. El cantautor de Jacksonville había anunciado a principios de 2019 un disco denominado Wednesdays y hasta un par de entregas adicionales, en lo que parecía un retorno a sus años de eclosión creativa más frenética: en particular, ese triplete que en 2005 integraron Cold roses, Jacksonville city nights y 29. Apenas cuatro semanas después de aquellos anuncios, varias mujeres denunciaron a Adams por abusos, unas acusaciones que el aludido apenas refutó. Al final, hemos tardado casi dos años en descubrir Wednesdays, con el añadido de que parece improbable que esta obra sea la misma que su firmante atesoraba cuando nos habló de ella.

 

Los dos primeros cortes, el referido “Lo siento y te quiero” y su prolongación, Who is going to love me now, if not you (“Quién me querrá ahora, si no eres tú”), parecen erigirse en su particular pliego de descargos. Son canciones hermosas, crudas, escocidas y seguramente nacidas desde un lugar muy hondo. Aunque también transmiten la sensación de que Adams parece más preocupado por el malestar propio que por el daño que haya infligido a los (las) demás.

 

Don Was se coloca en los mandos de la producción y proporciona un buen ejemplo de tiento no intervencionista: mantiene el pulso cariacontecido que procura el firmante y se encarga de que las piezas encajen con elegancia, pero sin florituras que aquí serían contraproducentes. De entre los 11 cortes, solo Birmingham eleva la velocidad y sugiere una cierta templanza de ánimo, aunque curiosa (o significativamente) resulta ser uno de los momentos más átonos y mediocres desde la perspectiva artística. Con su crédito personal bajo mínimos, el trovador de Carolina del Norte hace bien en buscar refugio en sus canciones, una actividad para la que parece mucho más cualificado que en su relación con el género femenino.

 

Wednesdays se queda, en definitiva, a años luz de Heartbreaker (2000) y Gold (2001), los dos deslumbrantes primeros trabajos de Adams, aunque ese incumplimiento de las expectativas iniciales es común a casi cualquier otra de las entregas de este hombre. Pero si nos centramos en la música, más allá de lo que los jueces dictaminen respecto a la vida civil de nuestro protagonista, también parece evidente que So, anyways o Mamma, con la conmovedora segunda voz de la mismísima Emmylou Harris, retratan a un autor emocionantísimo.

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