Mi primer acercamiento a la figura de Manu Rodríguez no fue con alguna de sus canciones, extrañamente, sino al descubrir su blog, “Te veo más delgado”, que por desgracia tiene abandonadito. Una lástima, porque alguien capaz de elegir tan buen título para su bitácora es ya reivindicable de por sí, un tipo de apariencia frágil y sustancia irónica, sagaz, incisiva. Eso que llaman humor inteligente, vaya, y que hoy encarna como nadie Santi Alverú con su columna semanal “Algo que no sepa”. Pero habíamos venido a hablar de música, y disponemos de diez magníficos motivos (o un porcentaje significativo de ellos) para hacerlo. Porque Rusos Blancos, a la altura de este cuarto disco, ya es una realidad incontestable. Conservan los madrileños esa habilidad endiablada para radiografiar las catástrofes amatorias, el sí pero no, el cinismo de quien sostiene una relación moribunda o se regodea en sus propios naufragios. Incluso las torpezas e impertinencias, esas “bromas sobre tu infección dental” que afloran en “Un hombre huraño con un gato”. Pero hay mucho más detrás de la broma y el escarnio. Hay, sobre todo, una cara A pletórica de exitazos potenciales (“No es tan difícil”, “Mi crush”, “¿Qué somos ahora?”), de píldoras de pop con sintetizadores que pueden recordarnos a Astrud o La Casa Azul, pero también, ojo, a Jens Lekman o los Prefab Sprout de “Let’s change the world with music”. Rodríguez, Javier Castaño y sus otros cuatro compinches no pretenden cambiar tanto, pero sí dejar huella más allá de su irrefrenable sorna pop. “Ten cuidado, te vas a enamorar” es un baladón adulto que imaginaríamos fechado en los ochenta. Y con sus pertinentes arreglos de cuerda, incluso, cortesía de Joaquín Pascual. ¿Un disparate? Al contrario: una escalada de ingenio flamante.

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