En el infinito follaje de novedades que nos procura la era digital corremos el riesgo de que las ramas nos impidan no ya descubrir, sino intuir de manera remota algunas de las más bellas flores del jardín. Y ese peligro se torna certidumbre (y desasosiego) ante un trabajo de la hermosura y profundidad de Supershapes, el estreno en solitario de un músico intrigante, magnético y cautivador con el que el oído afronta el reto de desentrañar nuevos pliegues, colores y aristas con cada nueva escucha. Definitivamente, no se nos puede pasar por alto esta virguería de art-pop sofisticado en la que cada uno de sus 10 capítulos representa un reto excitante y una promesa de emoción.
Imaginemos, por situarnos, al David Sylvian más embriagador, lírico y solemne, solo que esta vez con mayoría de voces femeninas. O a los portugueses The Gift bajo la batuta de Brian Eno o de cualquier otro productor propenso a la sorpresa, el detalle, el instrumento inesperado, los obstinatos de metales, las segundas voces susurradas o recitadas, la pincelada aquí y allá. El repertorio de Lindsay no es árido o inaccesible, pero sí desbordante. Quien creyera que iba a enfrentarse a un mero álbum de canciones ha de proceder a un reseteo urgente. Porque las piezas aquí no son estructuras consabidas de estrofas y estribillos, sino filigranas arquitectónicas en las que se repiten patrones, los ritmos y los oficiantes se vuelven enigmáticos y machacones, el colosal imaginario sonoro experimenta frenazos en seco. Y el revoloteo de las mariposas se nos desboca en el estómago.
Muchos de quienes tuvieran fichado a Mike en su disco duro mental lo asociarán a LUMP, ese circunstancial dúo psicodélico junto a la siempre absorbente Laura Marling, y algún otro lo recordará por la banda de folktrónica Tunng. Pero un productor que atesora un Premio Mercury en la estantería no puede conformarse con cualquier cosa, así que este hechicero sónico escoge a Anna B Savage –otra artista intrigante, en la mejor de las acepciones– en el lugar preminente de Marling, convoca clarinetes y saxofones para el arte del coloreado y decide enarbolar un discurso en torno a “la majestuosidad de lo doméstico”, de manera que los ruidos de platitos, mesas o tazas de cafés se convierten en pilares para levantar los pasajes sucesivos. Es una travesura, sí; también un divertimento, una diablura y, sobre todo, una maravilla. Porque el experimento, que a estas alturas tampoco es ya novedoso, transmite la sensación de juego y cotidianidad, y todo ello multiplica el goce y nuestro propio instinto curioso.
La vida, parece explicarnos Lindsey, es así: tortuosa pero divertida. Una invitación diaria a experimentar y deleitarse con lo más mundano. Por mucho que sepamos desde hace mucho que, en un momento dado, se acabará abruptamente el divertimento y nos apagarán la luz. No dejemos de suministrarnos, mientras tanto, emociones fuertes. Y Supershapes lo es: fuerte y cordial a la vez. Escuchar para creer.