Sophie Allison ni siquiera ha cumplido aún los 23 añitos, pero, a juzgar por sus canciones, debe de haberlos vivido con inusitada intensidad. Y color theory (así, en minúsculas), su segundo álbum largo, no solo es verdaderamente brillante, sino que más bien parece escrito por una autora que perteneciera a la generación de sus padres. Imaginen por un momento a aquella Lisa Loeb que en 1994 se aprestaba a engrosar el listado de los one hit wonders con Stay (I missed you), el tema central para la película Reality bites. Pues bien, la prolongación en forma de álbum completo de aquello podría ser esta fulgurante reaparición de Soccer Mommy. Un cuarto de siglo atrás, los hermosos Winona Ryder y Ethan Hawke ponían cara a la generación X y ahora Sophie, en puridad, ya no es milenial sino generación Z, pero el parentesco, dos letras después, parece evidente. Incluso puede que esta nueva hornada de talentos a la que pertenece nuestra cantautora de Nashville se sienta más preparada, pero también más desvalida, que aquella de 25 años atrás que empezaba a barruntar la existencia de un invento llamado Internet, y un buen indicio de ese desamparo lo encontramos en la decisión de Allison de distribuir aquí su repertorio en tres apartados cromáticos, a cuál más sombrío: tristeza (azul), enfermedad física o mental (amarillo) y oscuridad (gris). Su escritura es circular y amena, de acceso rápido pero afilada, o dificultada, por la virtual inexistencia de estribillos. A Mommy tenemos que disfrutarla, pero no tararearla, quizá en consonancia con la principal de las ideas que acaba emergiendo en este disco: tal y como anda de averiado este mundo, no disponemos ahora mismo de nada que celebrar. Se trata de una conclusión acaso tremendista, una característica muy propia de los veintipocos, pero sirve para hacerse una idea de lo que contienen estos tres cuartos de hora inspiradísimos. color theory aporta canciones muy hermosas con las que solo apetece echar el cerrojo a la puerta de la calle e invertir el resto de la tarde rumiando nuestros propios pensamientos. Compruébese con Royal screw up, tan brillante que hasta acaba resultando contagiosa; o con los siete minutos decisivos de Yellow is the color of her eyes. Y que alguien convenza a Sophie de que, a sus años y con su talento, debería ir pensando en comerse el mundo a dentelladas.

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