Los grandes genios no tienen sencillo encontrar a sus almas gemelas, por motivos obvios, pero Sufjan Stevens ha dado con a la suya en la figura de Angelo de Augustine. Lo intuíamos de antemano, tanto nosotros como él mismo, desde el momento en que el autor de Illinois o Carrie & Lowell no dudó en fichar para su propio sello discográfico, Asthmatic Kitty Records, a su trémulo socio californiano. Este álbum colaborativo, un verdadero festín para los seguidores de cualquiera de los dos, refrenda a la pareja como un tándem a estas alturas ya perfectamente paritario, alejado ya de la dialéctica del referente y el más adelantado de sus seguidores. Y ofrece alguna de las canciones más lánguidas y hermosas que podremos escuchar en mucho tiempo.

 

Obviemos, eso sí, el pavoroso envoltorio pictórico de la entrega, obra del autor ghanés de pósters Daniel Anum Jasper. Y divirtámonos con la génesis del proyecto, un mano a mano que surge de las muchas noches cinéfilas compartidas por Sufjan y Angelo en el apartamento del primero. El álbum está dedicado a Jonathan Demme, con alusión explícita a El silencio de los corderos (en Cimmerian shade), y cada una de las 14 canciones estaría inspirada por lo que a los dos bardos les sugería la contemplación de viejos clásicos del séptimo arte, desde La noche de los muertos vivientes a Hellraiser III. Es cómico pensar en películas tan propicias al maridaje con palomitas como espoletas creativas para el caviar sonoro que nos encontramos aquí. Un festín en toda regla para los amantes del Stevens más quintaesencial: el chico lánguido, contemplativo, reflexivo y ultrasensible del que nos enamoramos sin remisión desde los años, ya no tan cercanos, de Seven swans. Y que detenía el tiempo, la respiración y el vello erizado en aquel tema central para Call me by your name, ya que andamos con el celuloide a vueltas.

 

En ese sentido, A beginner’s mind parece un banquete de autohomenaje de Stevens y De Augustine, dos genios ensimismados y delicadísimos que han tenido a bien entreabrirnos la puerta de su apartamento para que podamos asomarnos a sus susurros. La sensación con preciosidades como (This is) the thing es de belleza tan frágil que debemos asistir a ella reduciendo la intensidad y frecuencia de nuestras respiraciones. Que no se advierta apenas nuestra presencia en la estancia, para no romper el hechizo de esta coalición primorosa.

 

Podrá objetarse que De Augustine y Stevens se vuelven a menudo indistinguibles, tan elevado es el grado de compenetración y empatía. Su admiración recíproca es tan profunda que les convierte en correligionarios: cantan y escriben de manera muy parecida, hermanados de tal manera que incluso cuesta trabajo reparar en que existe una diferencia de edad relevante entre ambos (46 años Stevens frente a los 28 de su socio). Pero cualquier objeción picajosa se vuelve banal frente a la belleza clamorosa de, por ejemplo, Fictional California. Escúchenla y… déjense de películas.

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