Existe un cierto y extraño consenso a la hora de considerar que Comedown machine (2013), el anterior álbum de The Strokes, era un disco apático, errático y desganado, un desdeñoso patadón y tentetieso para sacarse de encima las presiones de la discográfica, ridiculizadas en aquella portada horrorosa en la que casi todo lo ocupaban las siglas rojas de RCA. Cualquiera que se tome ahora la molestia de regresar a aquel trabajo se sorprenderá de su frescura y abundancia de chispazos, de la misma manera que le servirá para ponderar las inmensas diferencias que lo alejan de este regreso larguísimamente anhelado. Siete años son muchos, pero a los chicos de Julian Casablancas les han servido para asumir con creces el final de los años meramente recreativos y afrontar la gravedad creciente de la edad madura en un elepé mucho más sosegado, de inteligencia rabiosa y contenidos apasionantes, más allá de su inevitable aureola a crisis de los cuarenta.

 

Inquieta en estas fechas el carácter premonitorio que alcanza ese título sobre la “nueva anormalidad”, pero Casablancas no es un profeta, sino un geniecillo reincidente. Sobre todo, en la compañías adecuadas: mientras sus devaneos en The Voidz no acaban de superar la fase de pasatiempo, un trabajo tan intenso, nostálgico, existencial y profundo como The new abnormal vuelven a erigirle en portavoz de su generación; incluso en observador de un mundo del que ya nos incomodaban muchas cosas antes de que aprendiésemos, de manera traumática y abruptan, la importancia de mirar alrededor con perspectiva.

 

Frente a la magnitud de la tragedia que nos embarga, la mirada pesimista de Why are Sundays so depressingaborda, claro, un asunto menor. Pero recuperaremos, en algún momento, esa “nueva (a)normalidad” en la que preocuparnos por esas pequeñas píldoras de amargura pequeñoburguesa. Casablancas ha reducido el crepitar de guitarras y concede ahora un protagonismo esencial a los teclados y los medios tiempos, lo que acerca The new abnormal a los territorios de la new wave más tecnificada de cuatro décadas atrás.

 

Queda el refugio de un sencillo incontestable, Brooklyn bridge to chorus, con el que regresamos a códigos más familiares. Pero no es The new abnormal un trabajo de escucha compleja, cuidado: solo parte de una actitud de mayor introspección y sosiego, y anima a exprimir en segundas y terceras escuchas un montón de matices sabrosos, desde los obstinatos en los sintetizadores a los puntuales pero muy emocionantes énfasis vocales del líder. Eternal summer o The adults are talking forman parte ya de lo mejor que ha escrito Casablancas nunca. Y con ello recuperarán la fe hasta quienes la perdieran en 2013.

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