Wilko Johnson debería estar muerto a estas alturas. No es un enunciado desiderativo, desde luego, sino el diagnóstico que emitieron hace ya más de cinco años los médicos que diagnosticaron un cáncer terminal de páncreas al hombre que había comandado la etapa más gloriosa de Dr. Feelgood. Pero a veces la suerte se pone de cara y nuestro ceñudo héroe del rock más grasiento, noctámbulo y propenso a los garitos peligrosos goza a sus 70 años de espléndida salud. Este es un disco que hace un tiempo habría resultado inimaginable, de pura inviabilidad, y su primera entrega de material nuevo en ¡tres décadas!, después de aquel “Going back home” (2014), muy apañado “disco de despedida” que no fue tal, junto al amigo Roger Daltrey. “Blow your mind” suena ahora contundente, contagioso, expeditivo. El estallido de vigor y la vitalidad que concede una prórroga que nadie podía esperar se mezcla con un cierto aliento de melancolía: el miedo ante lo inevitable, la certeza de que ahora se ha encontrado una escapatoria pero llegará el día en que no. Y esa ambivalencia anímica hace del álbum una joya en bruto: es nervioso, electrizante y arrollador, con “Tell me one more thing” o “That’s the way I love you” como himnos de los que declararnos enamorados sin disimulo. En el otro plato de la balanza, “Say goodbye” es elocuente en el título y en su mensaje (“Ahora es momento de decir adiós”), pero no figura en el último lugar del repertorio sino en el penúltimo: el instrumental “Slamming” hace las veces de tiempo añadido. Y “Low down”, con el órgano de Mick Talbot, brilla como hermoso y simbólico respaldo amistoso. No tenga usted prisa por marcharse, maestro. Ninguna.

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