Los muchachos de Real Estate se han especializado en una tipología de trabajos muy específica y nada frecuente, la de los discos endemoniadamente bonitos. Y se aplican con tanto afán y espíritu recurrente a la faena que hasta parece una tarea sencilla cuando recae en sus manos. Había suficientes ejemplos hasta ahora en los cinco trabajos antecesores (ese Atlas, de 2014, con hueco destacado en numerosos altares), pero Daniel aúna como pocos la aparente sencillez de ese pop luminoso y mecido por la brisa con la profundidad inherente a la vida adulta, las responsabilidades paternofiliales o la inquietud que provoca a cualquier observador sensato este mundo particularmente errático y envilecido. De ahí el tono liviano pero no cándido, y de ahí la impresión de que estamos ante 10 canciones hermosas que encierran más enjundia que su propio lustre y afabilidad.
Así van moldeándose los ánimos cuando el firmante se sabe joven-pero-ya-no-tanto, circunstancia evidente en el caso de Martin Courtney y sus ya tres lustros al frente de estos cronistas para días más propensos al anticiclón que a los nubarrones. Daniel puede traernos a la memoria el clásico de Elton John, que no estaría nada mal, pero es un homenaje explícito y con subrayado grueso a Daniel Tashian, el muchacho que también nos ha hecho adorar a Kacey Musgraves, con la que estaba grabando Deeper well de manera casi simultánea. Tashian se ha llevado al quinteto de Nueva Jersey hasta Nashville, difumina las tímidas tentaciones psicodélicas que latían en In mind (2017) o The main thing (2020) y agrega a la paleta el color del pedal steel, nada preponderante pero perfecto para que los aromas nos lleguen ahora más frescos y herbóreos al paladar. Con alguna alusión al Neil Young de Harvest y Harvest moon, incluso al de Buffalo Springfield.
La sonoridad diáfana solo se enturbia un poco en los dos capítulos finales, Market street y You are here, con un sentido de la experimentación cercano al de Grateful Dead. Pero los cinco cortes inaugurales conforman una cara A radiante, preciosa y modélica, con guitarras de arpegios cariñosos y esa misma herencia eterna de Big Star (Interior no existiría sin The ballad of El Goodo) a la que ya recurrieron otras bandas como Beachwood Sparks o Dirty Projectors. Haunted world, Water underground y Flowers: a ver quién supera ahora esa sucesión de caricias sonoras.