Habrá quien recuerde a David Sancho como integrante de aquel atormentado cuarteto madrileño de jazz enfático y amante de la colisión que fue Monodrama, pero en realidad este pianista y teclista proveniente Móstoles aparece por aquí y allá en docenas de frentes, batallas y aventuras. Ubíquenlo en ese fantástico Eme Eme Project que capitanea su pareja, la flautista Marta Mansilla, pero también en el algo más que prometedor nuevo proyecto en el que anda enredada otra maestra de la flauta, la gallega María Toro. Era cuestión de tiempo, en consecuencia, que Sancho tirase también por su cuenta y operase en primera persona, así que reincide en la faceta solista con un álbum en permanente ebullición, un compendio de ideas e inspiraciones que llevan a su firmante a resultar desbordante y generoso, con avidez a la hora compartir ideas a manos llenas.
Había despegado nuestro protagonista con un disco de piano solo (2019) al que no tardó de suceder, un par de temporadas más tarde, aquel From home en el que ya establecía las líneas maestras de su mirada ecléctica y panorámica. Pero esa versatilidad se vuelve incontrolable, espontánea y adictiva ahora con este Mind in progress en el que Sancho diluye géneros y fronteras. Y así, el teórico pianista de jazz ejerce como tal en monumentos como Mathias, una balada prodigiosa que habría validado el mismo Lyle Mays, pero se adentra en el hip hop y los ritmos urbanos con Mente en progreso (donde rapea Artes con mucha gracia) y coquetea con el rock progresivo ya desde el propio título del álbum, que a su vez incluye un homenaje a Chris Squire, la luminaria del bajo eléctrico que guio hasta su muerte los mejores pasos de los británicos Yes.
En ese proceso de insaciabilidad, el siempre curioso Sancho hace escalas contemporáneas (Loving life vuelve a sonar metheniana) pero espera hasta casi el final para deslumbrarnos con su más altas cotas de ingenio con Déjalos entrar, donde parafrasea y distorsiona aquel Let ’em in de McCartney y los Wings. David opera con el mismo desparpajo carente de etiqueta con el que luce en la portada: una mente inquieta (y en progresión) en pleno fragor creativo doméstico. Una maravilla.