Le habíamos empezado a perder la fe a Mumford & Sons, una de esas bandas que nació de pie, a principios de la década pasada, pero que no pasaba por los estudios de grabación desde Delta (2018), un álbum sobreactuado, pasado de rosca y revoluciones, que ni era fiel al sonido previo ni acababa de acomodarse en ningún territorio medianamente sólido. Tampoco ayudó mucho a paliar el escepticismo la escapada en solitario de Marcus Mumford, ese (self-titled) de 2022 al que se le suponía un carácter doliente y confesional, con revelaciones sobre abusos sufridos durante la infancia, pero que acabó quedándole anémico. Y por si fuera poco, queda aún el capítulo de la truculenta salida de la banda en 2021 de Winston Marshall, a quien tomábamos por virtuoso del banjo y pilar de la formación hasta que se destapó como un entusiasta simpatizante de la extrema derecha.

 

Todo sonaba desalentador, de antemano. Y así las cosas, a pesar de todo, Rushmere resulta ser un retorno a los orígenes, la esencia y las buenas vibraciones de antaño. Sin alharacas, desde una perspectiva íntima, contrita y a ratos casi minimalista, el ahora trío despliega un ramillete de argumentos para que recuperemos la fe en su empresa. Y el mejor de ellos, sin duda, vuelve a ser el único que de verdad importa: las canciones.

 

La tripleta de apertura, con la concatenación de MalibuCaroline y Rushmere, habrá de figurar con todos los honores entre lo mejor que M&S hayan sido capaces de entregar al mundo a lo largo de estos tres lustros de pop-folk vívido, sagaz e inteligente. Son tres piezas susceptibles de sonar en torno a una fogata durante una noche que quisiéramos inacabable. En la primera, la voz de Marcus suena extraordinariamente semejante a la de Glen Hansard mientras las cuerdas de su guitarra acústica crujen y chirrían en una prodigiosa reivindicación de lo orgánico. Caroline parece un homenaje campestre a Fleetwood Mac, a juzgar porque comparte título con una pieza de Tango in the night (1987) y utiliza la frase “You can go your own way” como referente en el estribillo. Y el tema titular es el regreso a los Mumford & Sons más quintaesenciales y propensos al himno, lo que encaja bien con ese homenaje a Rushmere, a lo que se ve un pequeño lago a las afueras de Londres “donde empezó todo” cuando aquellos cuatro chavales soñadores suspiraban con la idea de sembrar sus canciones por el mundo.

 

A partir de ahí, el álbum entra en una amplia fase de sosiego y recogimiento, una declaración de amor hacia la música más íntima y ensimismada que quizá no complazca a los más impacientes, pero incluye pequeñas joyas de intensa verdad acústica (Truth). Y aún nos queda la irrupción de Madison Cunningham, una vez más fabulosa, en Blood on the page, un mano a mano encantador tras el que solo queda ese epílogo, Carry on, como llamada a seguir bregando. Mumford & Sons no han grabado el disco de sus vidas, pero quizá sí el mejor posible para combatir sus propias incertidumbres y zozobras.

 

 

2 Replies to “Mumford and Sons: “Rushmere” (2025)”

  1. pues muchas gracias Fernando por la revisión del disco, lo estoy escuchando y no puedo estar más de acuerdo con tu artículo, un saludo

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