Bendecida por el éxito fulgurante e imparable de aquel This is the life (del que se cumplen 18 años, créanselo o no) y perseguida a su vez por la maldición del one hit wonder, la escocesa Amy MacDonald se rearma de cara a su ya sexto álbum con una advertencia a navegantes: estas 10 canciones son poderosas, sólidas y arrolladoras, pero su título principal viene a señalar su creciente hartura ante la sensación de que la era digital es voraz e implacable, demanda nuevas canciones a espuertas para dejarlas a medio escuchar y exige un desgaste que no se corresponde luego con el disfrute del oyente ni el poso que toda gran composición debería dejar en nuestra memoria. 

Is this what you’ve been waiting for se convierte así en un álbum de energía rabiosamente pop que, más allá de su ligereza e inmediatez, interpela también a nuestra conciencia. Es el sexto álbum ya de la de Glasgow (de dónde, si no), y parece razonable conceptuarlo como un retorno al estado óptimo de forma. Así está percibiéndose estas semanas en su ciudad de origen –y hablamos del caladero pop más asombroso que el viejo continente conoce en un mismo centro urbano–, y el diagnóstico resulta plausible por el carácter resuelto, impetuoso y rabiosamente tarareable de la colección, que no descubre nada pero entretiene mucho. Y de manera fulminante. 

Ni siquiera al llegar a The hope, que parece perfilarse como la primera balada del lote (espóiler: no hay ni una sola en todo el elepé), hay ocasión para bajar las revoluciones. La pieza se rearma, acelera y vuelve no ya decidida, sino bombástica en cuanto desembocamos en la primera lectura del estribillo. Pero lo mejor quizá sea el pop superlativo de Forward, trepidante de entrada (¡hasta en el título!) y con esa especie de paradinha enormemente efectista (y efectiva) antes de abordar el estribillo.

Es verdad que a la altura de One more shot, octavo título, podemos empezar a percibir ya un cierto agotamiento de estribillos orondos e inapelables, pero todo el disco se convierte en un recurrente chute de endorfinas. Y, en fin, eso no viene nunca nada mal, y menos en tiempos de esta cada vez más aguda astenia anímica que nos atenaza no ya a título personal, sino en lo colectivo.

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