Bendecida por el éxito fulgurante e imparable de aquel This is the life (del que se cumplen 18 años, créanselo o no) y perseguida a su vez por la maldición del one hit wonder, la escocesa Amy MacDonald se rearma de cara a su ya sexto álbum con una advertencia a navegantes: estas 10 canciones son poderosas, sólidas y arrolladoras, pero su título principal viene a señalar su creciente hartura ante la sensación de que la era digital es voraz e implacable, demanda nuevas canciones a espuertas para dejarlas a medio escuchar y exige un desgaste que no se corresponde luego con el disfrute del oyente ni el poso que toda gran composición debería dejar en nuestra memoria.
Is this what you’ve been waiting for se convierte así en un álbum de energía rabiosamente pop que, más allá de su ligereza e inmediatez, interpela también a nuestra conciencia. Es el sexto álbum ya de la de Glasgow (de dónde, si no), y parece razonable conceptuarlo como un retorno al estado óptimo de forma. Así está percibiéndose estas semanas en su ciudad de origen –y hablamos del caladero pop más asombroso que el viejo continente conoce en un mismo centro urbano–, y el diagnóstico resulta plausible por el carácter resuelto, impetuoso y rabiosamente tarareable de la colección, que no descubre nada pero entretiene mucho. Y de manera fulminante.
Influirá, sin duda, la producción siempre glotona de Jim Abiss, que ya había trabajado con MacDonald en el álbum anterior (The human demands, desdibujado en el otoño de 2020 por la maldita pandemia) y cuyos servicios ya habían reclamado desde Kasabian hasta Arctic Monkeys. Amy se las sabe todas a estas alturas, pero además no se recata a la hora de desplegar la artillería sin dejarse nada en la recámara. Trapped recurre a uno de esos estribillos en modo Oooohhh oooohhh, para garantizar el alboroto sobre las tablas, mientras que Can you hear me? abraza sin remilgos un impulso discotequero descarado. Y el irrenunciable aliento folkie –marca de la casa– irrumpe en I’m done (Games that you play), una pieza conducida por el rasgueo de la guitarra acústica y esa caja percutida al galope. Un espíritu que regresará a la palestra un cuarto de hora más tarde, en cuanto descubramos We survive.
Ni siquiera al llegar a The hope, que parece perfilarse como la primera balada del lote (espóiler: no hay ni una sola en todo el elepé), hay ocasión para bajar las revoluciones. La pieza se rearma, acelera y vuelve no ya decidida, sino bombástica en cuanto desembocamos en la primera lectura del estribillo. Pero lo mejor quizá sea el pop superlativo de Forward, trepidante de entrada (¡hasta en el título!) y con esa especie de paradinha enormemente efectista (y efectiva) antes de abordar el estribillo.
Es verdad que a la altura de One more shot, octavo título, podemos empezar a percibir ya un cierto agotamiento de estribillos orondos e inapelables, pero todo el disco se convierte en un recurrente chute de endorfinas. Y, en fin, eso no viene nunca nada mal, y menos en tiempos de esta cada vez más aguda astenia anímica que nos atenaza no ya a título personal, sino en lo colectivo.