Puestos a hablar sobre discos orgullosos, convengamos en que este figura entre los muy inapelables. Cuentan las crónicas que este venezolano radicado en Brooklyn, Alejandro Ghersi, conmocionó a cientos de personas –los que le conocían y quienes ni le imaginaban– cuando acertó a pasar por el Sónar en esta edición de 2017. Y no, no es de extrañar, porque esta aproximación a la electrónica suena mucho más sensible y vulnerable que altiva. Y, sobre todo, porque Arca no se escuda en el imperio de los cachivaches y las programaciones para cantar como cabe desear de cualquier artista: maravillosamente bien.
Si queremos un resumen de su ideario, no demoremos ni un minuto la visita al videoclio de Anoche. Ese paisaje de cuerpos masculinos entrelazados no pretende en último extremo resultar homoerótico, sino una angustiosa llamada al desasosiego. A ratos, este disco duele. A ratos, pasma. E incluso anestesia, porque las heridas no pueden sangrar eternamente.