Existe una inmensa complicidad sentimental y emocional entre España y Chick Corea, uno de los pianistas y (sobre todo) compositores más enciclopédicos y emocionantes que ha conocido el jazz de todos los tiempos. Y parecía solo cuestión de tiempo que al autor de Spain y aliado frecuente de Paco de Lucía, por citar solo dos cuestiones que nos atañen, se le rindiese un homenaje de relevancia desde suelo ibérico, un objetivo que este Ritmo cumplimenta ahora desde una perspectiva muy lejos de ser ni la más evidente ni la más predecible: el formato sinfónico. Y con resultados excitantes por lo que este trabajo representa de complementariedad respecto a las partituras originales, a las que se les confiere una dimensión inesperada y desconocida.

 

La llama prendió muy poco después del fallecimiento de Armando Anthony Corea, en febrero de 2021 a los 79 años de edad, y se sustanció el 1 y 2 de julio de ese mismo año con sendos conciertos en el Auditorio de la Diputación de Alicante a cargo de la Orquesta ADDA Simfònica, la titular de esas mismas instalaciones. Los arreglos y orquestación corrieron por cuenta del pianista Emilio Solla, un argentino afincado en Nueva York con 13 álbumes propios y un bagaje abrumador a sus espaldas. Y de empuñar la batuta se encargó el alicantino Josep Vicent, que por entonces llevaba ya cinco temporadas como director artístico al frente del ADDA y que consigue, a lo largo de la hora exacta de aventura, que toda la maquinaria se comporte como un implacable y fabuloso reloj.

 

El nudo gordiano reside, claro, en Spain, que hace acto de presencia a las segundas de cambio, justo después de Señor Mouse, y para la que la entente se prolonga con la aparación de un invitado ilustrísimo, Paquito D’Rivera. El saxofonista y clarinetista cubano le echa imaginación, e incluso intercala en su fraseo improvisado un guiño travieso al Bolero de Ravel, mientras la orquesta se comporta de manera implacable con el laberíntico leit motiv central, un compás irregular que ha hecho sudar mucha tinta china a músicos de medio mundo mientras fascina por su pulsión desbocada y entrecortada al oyente del planeta entero.

 

Las 12 obras escogidas forman parte del canon más indiscutible de Corea, en especial el correspondiente a la década de los setenta, e incluyen hasta cuatro escalas en la serie de las Children’s song o en favoritas universales como Leprechaun’s dream y Armando’s rhuma. La trompeta de David Pastor (otro buque insignia del jazz valenciano) sazona Love castle, diablura cósmica de Corea y Gary Burton para, cómo no, el álbum My Spanish heart, de 1976. Y de la alianza Burton/Corea también proviene Crytal silence, tema titular en 1972 de aquel decisivo álbum para el sello ECM, y que aquí el saxofonista gaditano Antonio Lizana se encarga de convertir en pieza vocal, con letra en español y magnífica interpretación vocal en clave sureña y aflamencada. Es, sin duda, uno de los momentos culminantes del trabajo; el más valiente y acaso también el más emotivo, una de esas confluencias de fuerzas, sensibilidades y emociones en las que, de pronto, se diría que todas las piezas encajan sin un solo milímetro de holgura.

 

Es un pasaje encomiable, sin duda, pero no la excepción. Ritmo erige un edificio complejo, hermoso y cuidadísimo en el que el jazz, los clásicos y los contemporáneos conviven en buena armonía (atención a las fusiones en la breve pero elocuente Pixeland rag) y donde el amor hacia un autor inmenso, e inmensamente querido, acaba saltando a los oídos. A Corea le agradaba el lenguaje sinfónico, así que parece muy razonable sospechar que habría aprobado, bendecido y agradecido esta obra desde su proverbial humildad.

 

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