Puede que “Somnium” pertenezca a la categoría de discos marcianos, por atípico y apartado de las categorías al uso, pero tras la previsible sorpresa inicial tardaremos poco en sentirnos cómodos, incluso reconfortados. Porque, aun tratándose de un disco enteramente instrumental (y, en consecuencia, infrecuente), bebe de fuentes que no tardaremos en encontrar familiares. El productor holandés, que a sus 29 años ha acabado encontrando la horma de su zapato en Lisboa, nos somete a un viaje ligeramente psicodélico y radicalmente demodé, porque ninguno de sus sintetizadores parece contar con menos de 40 años de servicios. El paisaje absorto y reiterativo de “Rising”, la pieza inicial, apunta de inmediato a Tangerine Dream o Brian Bennett, pero a partir del segundo título, “Volva”, nos sentiremos más cerca de esas melodías francas y casi cándidas de… ¡Camel! Todas las referencias apuntan a universos muy anteriores a la era de los millenials, así que el contraste entre la filiación generacional y la estilística termina resultando estimulante, encantador, incluso tierno. Gardner es tan cinematográfico que “Somnium” parece una expedición onírica en busca de película, pero ni siquiera los pasajes más electrónicos y evanescentes (“Pale blue dot”) le pierden el pulso a la melodía, al lenguaje articulado. Este trabajo es una rareza manifiesta, pero también una bendición. Porque a nadie de su generación se le ocurriría ahora escribir un himno como “Levania”, que parece remontarse a medio siglo atrás y podría haber sonado en algún anuncio de Mirinda. A poco que le avisen de la existencia de Jacco, Tarantino acabará reclamando sus servicios.