La vida es lo bastante larga como para que siempre subrayemos su vínculo con la sorpresa, en la buena o mala dirección. Podemos haber asistido horrorizados al temprano despliegue hormonal de One Direction para acabar admitiendo, apenas una década más tarde, que tanto Harry Styles con Niall Horan son verdaderas luminarias del pop con mayúsculas. Y de la misma manera lidiamos con la indiferencia hacia la ídolo preadolescente Hannah Montana y su anodino tránsito de niña a mujer –que dirían nuestros clásicos– para terminar reconociendo en Miley Cyrus a una artista relevante para el gran público. Al menos desde su séptimo elepé, el ya apreciable Plastic hearts (2020), que ahora obtiene el refrendo de una octava entrega mucho más sólida, dentro de sus altibajos, de lo que algunos prejuicios permiten admitir.

 

Endless summer vacation se beneficia del impacto colosal y casi planetario que ha supuesto Flowers, una gran canción elevada a fenómeno superlativo por aquello de su simbolismo en el empoderamiento femenino y el morbo asociado a desentrañar las pullas a un ex no menos ilustre y exitoso que la propia firmante. Puede que el alcance desorbitado haya pillado de sorpresa incluso a sus artífices, quizá porque Flowers aborda el despecho con mucha más clase e inteligencia que algún otro famoso ejemplo reciente, pero anima a la disección minuciosa del resto de este trabajo despampanante, elaboradísimo y también, a ratos, pasado de cocción. Porque todo el envoltorio sofisticado y ese despliegue de compositores (¿de verdad hacen falta 11 personas para escribir una canción?) acaban solapando la naturalidad y el valor instantáneo del pop más eterno.

 

La cosa continúa bien (Jaded) o incluso muy bien, con la elegantísima Rose colored senses, pero el segundo cuarto representa un bache incómodo. Sobre todo por Thousand miles, balada para lucimiento a dúo con Brandi Carlile que debería haberse titulado Thousand times, porque deja la sensación de haberla escuchado antes unos cuantos miles de veces, por mucho que entre sus rúbricas figure el estupendo Tobias Jesso Jr. Sucede lo mismo con You, otro episodio de pura rutina, mientras que Hanstadt anda tan baja de biorritmos que más parece un paréntesis.

 

La remontada comienza con River, un pepinazo evidente en cualquier discoteca del planeta, la frecuenten chicos, chicas o chiques, y se consolida con la excelente Violet chemistry, quizá la segunda gran joya de la colección, un tiempo medio que eleva el pop electrónico al nivel de las mejores virguerías. La tendencia moderna a la sobreproducción vuelve a resultar incómoda con Wildcard, aunque el final, con la plácida y soleada Island, casi en el territorio del yatch pop, y el baladón al piano Wonder woman, vuelven a elevar la media.

 

Sucede, en definitiva, que hay demasiadas manos, capas y barnices en un álbum que pretende ser el más personal de su firmante, el testimonio de su tránsito de los veintitantos a los treinta. El mejor momento de la vida para dejar de ser un producto estelar y convertirse, de una santa vez, en una personalidad verdaderamente arrolladora y única. Quizá –ojalá–, ya sí, a la próxima.

One Reply to “Miley Cyrus: “Endless summer vacation” (2023)”

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *